LA BALLENA DE JONÁS


    Disponía de un día libre en mi trabajo, y me dispuse realizar una aventura en bici. Me aprovisioné de un bocadillo y de veinte duros en el monedero. Salí en dirección norte y, como el desnivel me favorecía, decidí ampliar la aventura hasta Bilbao. No conocer la ciudad y el exceso de tráfico me encorajinó de modo que decidí alcanzar la primera playa que viese. Si ahora mismo tratase de reencontrarla, me costaría lo suyo, tal vez fuese la de Plencia.

   Presumiendo de buen nadador, me zambullí entre las olas, y al poco tiempo me percaté de que me alejaba de la costa. Aunque soy nativo de una “isla” (de tierra adentro) conocía la resaca de mis tiempos de mili al lado de Gibraltar. No me puse nervioso y traté de nadar en diagonal con la intención de salir de la zona. Tres jóvenes se me acercaron con una tabla de Surf para rescatarme. Fui en cierto punto indolente al seguir nadando relajado, hasta que uno de ellos me dio un empujón en la zona lumbar para que me apremiara. Llegamos a la playa y a unos veinte pasos de la costa un socorrista a mi espalda con enfado me dice: Pero ¿no viste la bandera roja? Me dí cuenta de que no había dado las gracias a mis salvadores, y para aplacar la regañina dije: ¿Que tengo que darte las gracias? Bueno hombre, gracias. Hizo un movimiento con el brazo y la mano como para que me alejara dando a entender que mi mal no tenía remedio.

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    Sugestivamente me consideré devuelto a la playa desde el vientre de una ballena al igual que el bíblico profeta Jonás. Tres días estuvo engullido al igual que Jesucristo lo hizo bajo tierra, número mágico, como los lados del triángulo donde se aloja el ojo que todo lo ve.

   En la oración de El Credo se dice que Jesucristo descendió a los infiernos; tal vez se refiera al tiempo sepultado, o señale el dolor y el sufrimiento en su martirio.

   Hoy en día da la impresión de que la palabra mártir se asocia a tiempos de la antigüedad, y tildándolo de masoquismo. Hay mártires actuales; me vienen a la memoria Olof Palme e Isaac Rabin, y otros defensores de la naturaleza, que aunque no pretenden serlo, su conducta y su determinación generaron la ira entre soberbios y avarientos, que no admitieron  menoscabo en su falso prestigio, poder y dinero; y se buscaron baratos sicarios para deshacerse de estos comprometidos y honrados ciudadanos. Como suelo decir: Mártir es el que pretende eliminar el egoísmo de su asesino.

   Los sacerdotes cristianos predican la imitación de Jesucristo. Tal vez alguien lo imite tanto que moleste en demasía a estos supuestos representantes divinos y sus poderosos amigos, y traten de silenciarlo, generando otro grandísimo referente moral similar al susodicho.

 

Honorino Joaquín Martínez Bernardo