ACERCA DE LA COOPERATIVA “SAN BLAS" DE SANTIBÁÑEZ DE LA ISLA

GasolineraNos hallamos conmemorando el 65 aniversario de la creación en nuestra localidad de La Cooperativa del Campo “San Blas” y la inauguración del nuevo poste de surtido de combustibles. Lejos de esa cifra de 65 años, que no es redonda y que invitaría a pensar en la jubilación, esta institución, que fundaron los padres, abuelos e incluso bisabuelos de los aquí presentes, y a cuya historia todos estamos con mayor o menor intensidad ligados, continúa dando muestras de vigor y de apuesta por el futuro. No les quepa duda, si ella vive, los que nos precedieron y los que estamos aquí, viviremos.

Cuando corren vientos de individualismo desaforado y denigración de lo colectivo, es necesario que se conozca y se rinda honor al extraordinario caso de esfuerzo y concordia de la comunidad santibañezana. De largo, nuestra Cooperativa es la que ha alcanzado la mayor longevidad de la provincia y habría que saber si del conjunto del Estado. ¿Es esto una casualidad? Desde luego que no. Las raíces de nuestra acción colectiva se hunden en el comunalismo de los pueblos astures que poblaron estos bagos, y queda meridianamente clara y fijada en las cartas puebla y en el derecho consuetudinario que desde hace más de mil años rige los pueblos de cultura leonesa. En esta cultura, el concejo ha sido la única administración que verdaderamente ha dirigido la existencia del pueblo, y lo ha hecho a través del ejercido de una democracia directa y asamblearia que ya quisiera para sí el alabado siglo de Pericles.

El concejo, que ha sido invariablemente la unidad administrativa leonesa, ha sobrevivido a reyes, nobles, monasterios, obispos, repúblicas y dictaduras. Desgraciadamente, ¡y es una tremenda paradoja!, está viviendo sus peores momentos en la actualidad, en tiempos de la democracia representativa, al caer en medio de una comunidad autónoma nada proclive a nuestra identidad ni a nuestros intereses.

Cuando en noviembre de 1944 nuestros vecinos deciden conformarse en una sociedad Cooperativa, lo hacen, en parte, impelidos por las circunstancias de la posguerra y en parte ilusionados por la promesa de los regadíos de Villameca. En los planes económicos para mitigar el hambre que se pasaba en España, el fomento del asociacionismo agrario fue una de las claves. El empeño con la producción agraria fue tal que hay autores que llaman a aquella etapa la de la “la soberanía del campesinado”.

Por otra parte, cualquier tipo de asociación profesional o gremial anterior a 1936 había sido derogada, prohibida. En su lugar se creó un simulacro denominado  “sindicalismo vertical”, que en su extensión rural se llamó Hermandad de Labradores y Ganaderos. Un órgano, inicialmente, más de control económico y político que de representación de los intereses campesinos, como en teoría decía ser, si bien luego derivó en servicios y, en su etapa agónica, fue el vivero de los sindicatos agrarios de la Transición .

 En nuestra localidad, hasta la promulgación de las leyes sindicales franquistas, existió un Sindicato Agrícola de inspiración católica que probablemente, al igual que otros de la contorna más documentados, fuera constituido en los años veinte. De momento, poco más sabemos de él, pero no se nos oculta que la actual Cooperativa, en cuya sede se custodia (en mal estado) la enseña de aquél, es una reformulación puramente económica de aquella institución tamizada de política. Luego veremos sus conexiones.

Tras la reunión de noviembre de 1944, la Cooperativa del Campo San Blas queda constituida oficialmente el 24 de enero de 1945, e inscrita con el número 546 en el Registro Oficial de Cooperativas del Ministerio de Trabajo. El número inicial de socios fue de 84.

A partir de aquí, quiero señalar que todos los datos que voy a comentar, sobre la etapa más histórica de la Cooperativa (sus primeros 35 años) están extraídos de los libros de actas y contabilidad que gentilmente se me han prestado; los cuales insto a preservar y mimar como un fondo indivisible cuyo valor es muy superior a lo que pudiéramos imaginar. La mayor parte de ellos están escritos de puño y letra de un hombre decisivo en el discurrir de la institución: D. Recaredo López Martínez. Aquella delicada persona que a tantos desasnó (incluido el que habla), nos ha legado no sólo ingente información sobre las actividades de la sociedad, sino que, a través de un estilo literario formidable, de una ortografía, para estos días, extraterrestre (en centenares de páginas sólo he hallado una falta leve) y de una caligrafía clásica, clara, envidiable, decía que nos ha legado el espíritu exacto que inspiró y movió durante décadas a nuestras gentes. Su figura, cuya labor fue reconocida oficialmente en febrero del 78 con la Medalla de la Cooperación Agrícola Española, quizás aún espera el homenaje de sus paisanos.

En el primer año de actividad de 1945 cabe destacar la relación de superficies sembradas de trigo, cebada, centeno (no había llegado el agua de los pantanos), garbanzos y patatas que se hace para entrar al reparto de Nitrato de Chile, del cual se entregaban (estamos en pleno racionamiento) 95,80 kg por ha. La media declarada en trigo es de 0,60 has, al igual que de patatas. De esta tabla (que no incluye los forrajes ni la remolacha)  podemos inferir que la media de superficie por explotación en este momento no debía sobrepasar las 3 has. También que los primeros en asociarse, aparte de los 84 pioneros y pioneras, fueron Sebastián Pan, Juliana Iglesias, María Miguélez y David Casado. Como se puede apreciar, el papel legal y real de la mujer en este pueblo y en esta institución estaba ya a años luz de las conquistas igualitarias sobre las que todavía en otras partes andan en litigios. Esto también se debe a nuestra tradición igualitaria.

Las compras este año eran de paño de pana que se vendía a 23,50 pts/mº o de patatas de siembra (blancas, sabinas o alemanas) que se compraban a 1,35 (el que más siembra se lleva 300 kgs.). El pimentón de Plasencia y de Aldenueva se vendía 12 pts/ kg, y por las cantidades del dulce y del picante (3 a 1) que llevaban los asociados podemos adivinar el sabor de la matanza, incluso el número de gochos criados. El pedido de carbón oscila entre los 500 y los 1.000 kgs por casa, salvo los 2.000 de Ramiro Cabero, que para eso tenía fragua. Las patatas se vendieron entre 0,60 y 0,65 pts/kg, con una media de 3.500 kg por explotación. Se gratificaba el porte con carro de bueyes hasta la estación de Veguellina a razón de 0,03 céntimos el kilo. Hubo quien transportó más de 13 tms. A Emilio Miguélez, que se encargaba del cargue del vagón, se le contrataba esa función a 25 pts por cada uno. Vagón que se recubría con cuelmos, también comprados en el pueblo, para garantizar su estanqueidad. Las alpargatas (blancas con piso de goma, con piso de esparto o con piso de vira) venían de Crevillente o de Santander y costaban a 4 ptas el par. El primer fitosanitario que consta son los 100 kg de insecticida Zeltia de la fábrica madrileña Penta, que salían a 14,85 pts. Durante años veremos que la principal plaga a combatir (por rociado o espolvoreo) es el escarabajo, en realidad el único enemigo… visible.

Es necesario tener en cuenta que en aquellos momentos tanto los cargos como las funciones entre la Cooperativa y la Hermandad son difícil de deslindarlas. Así la Cooperativa hace funciones controladoras al recoger el cupo de garbanzos forzoso, que van desde los 5 hasta los 55 kgs por casa y por los que se paga a 2 pts/kg. También recoge alubias (blancas, pintas, canarias y garrafales) contingentadas a 3 pts/kg. Y se encarga de realizar una lista, especie de contribución por familia, con fines recaudatorios, agrupándolas en cuatro categorías diferentes (de 700 a 250 pts), según volumen de explotación. En 1947 encontramos al temido Sebastián, el de la moto, que se apellidaba Díez García y era subinspector de la Comisaría de Recursos de la Zona Norte, levantando un acta sobre la existencia de legumbres de entrega forzosa en el almacén. Había 23.216 kg de alubias y 2.980 de garbanzos. El encargado del almacén era entonces José Cabero. Como puede deducirse, eran tiempos subsistencia y de intenso estraperlo que, a pesar del riesgo, algo mejoraba las economías campesinas.

Otros encargados de almacén sobre los que hay datos han sido: Hilario López, que lo era en 1964 y que en los primeros años actuó de secretario oficial debido a la minoría de edad de su hermano Recaredo; Arsenio Miguélez que estuvo hasta septiembre de 1969; Laurentino Falagán que, sucediendo a Arsenio, ejerció hasta diciembre de 1977, y cuyas retribuciones, para darnos una idea de esta labor, salían de cobrar en torno a los 5 céntimos por cada kg dispensado. Cuando le sucede Jacinto Falagán esta comisión se incrementa de forma considerable y se diferencia entre químicos, piensos y otras mercaderías. A Jacinto le sucede en enero de 1980 Gabino Pan que ha permanecido en el cargo hasta su jubilación. Gabino, después del fallecimiento de Recaredo, asumió las labores de contable y secretario. Tras él y hasta la actualidad, ejerce Anabel Pan ese puesto de responsabilidades dispares donde ha de ejercer de dispensadora, oficinista…

   Los emolumentos que percibió Recaredo, que rubricaba como secretario-contador, variaron de las 2.250 pts por campaña de 1946, hasta las 2.500 de 1959; de las 4.000 de 1962 a las 12.000 de 1968; de las 35.000 de 1974 a las 100.000 de 1978 o las 140.000 de 1980. Estas cantidades, siempre refrendadas por la Asamblea, reflejan dos cuestiones: el estado económico y de actividad de la Cooperativa y los incrementos del precio de la vida. Observamos que fielmente radiografían una etapa de lento crecimiento hasta 1960 y otra etapa de expansión constante desde entonces hasta 1980. Datos que coinciden exactamente con la agricultura de subsistencia y con la paulatina entrada en el mecanicismo, la agricultura química y el consiguiente  aumento de la productividad.

Recaredo, por su talante austero, fue a menudo prestatario de la Cooperativa, al igual que otros muchos santibañezanos que, en diferentes épocas, en vez de alojar sus ahorros en los bancos prefirieron invertirlo en su Cooperativa. Este dinero se pagó siempre religiosamente, tanto el principal como los intereses que oscilaron entre el 6 y el 9%, según años. También es cierto que cuando la Cooperativa necesitó, por diferentes motivos, dinero urgente, lo encontró, antes que en las entidades bancarias, en los asociados, en la Junta Vecinal (a quien en otras ocasiones le prestó), en la Cofradía de Ánimas o en el cura párroco, José Miguélez, que, p.e., invirtió en 1967, durante unos meses, el dinero colectado con destino a arreglos en la iglesia parroquial.

La parquedad y la mirada al céntimo permitieron que la gestión fuera muy eficiente, pese a los escasísimos, casi suicidas, márgenes cooperativos aplicados, que eran en torno al 3%. Sólo hemos detectado, en este periodo de casi 40 años, dos créditos de gran cuantía obtenidos de las entidades financieras. El primero fue de de 950.000 pts, en 1965. El segundo de 3.000.000 pts, que se solicitó en 1974 y se canceló en 1978. Llama la atención de este último que se solicitara para “su distribución entre los asociados que lo pudieran necesitar”. Efectivamente, 1.190.000 pts se represtaron a 14 socios. Otra forma más de solidaridad y de, sabiamente, generar y redistribuir riqueza. Añadir que este préstamo fue avalado personalmente por todos los socios. Sin duda, un ejemplo admirable.

Los lugares donde guardar y dispensar los productos variaron en el tiempo. Constan alquileres en las casas de Marcos Martínez, de David Guerra, en las Escuelas Nuevas, en el Hotel Montaña en Veguellina -mercancía en tránsito-, y, antes de la construcción del actual almacén, en el parroquial, llamado “Panera del cura”, cuyo pago del alquiler de cinco años reclamaba el Obispado en 1969, a razón de 600 pts/anualidad.

Un dato a tener en cuenta fue durante mucho tiempo el trabajo de descarga. Casi todos los que pasamos de los cuarenta recordamos algún jornal ganado pujando sacos. En alguna ocasión la escasez de personal disponible se hizo tan acuciante que la Asamblea dictaminó que se hiciera por vereda de socios. En 1977, se pagaba la descarga a 3 pts por saco de 80 y de 100 kgs (¡qué hombres!), y otras 3 si había que remontarlo. Ese mismo año se compró la cinta transbordadora.

La Cooperativa no sólo ha sido beneficiosa para sus asociados, sino que también ha generado riqueza a su alrededor. Son cuantiosos los apuntes que hay de pagos a los taxistas de la localidad: Orlando, Isidro y Abilio, todos Miguélez. También a los transportistas: Laurentino Fernández, Eustaquio Miguélez y Gabino Pan. A los carpinteros y herreros: Santiago López, Teodoro Martínez, Ramiro Cabero y Florencio Martínez. A los establecimientos de Perpetuo Miguélez, Gabino Pan, Orlando Miguélez y Fernando Pan.

Las obligaciones espirituales, obligatorias en el tiempo del que hablamos, nunca se soslayaron y nunca faltaron dos velas a San Blas en su festividad y patronazgo, y en el pago de la misa de San Isidro Labrador. Hay que recordar que la actual imagen de San Isidro que obra en el templo parroquial es donación efectuada por esta Cooperativa el 23 de junio de 1947. Su costo fue algo superior a 530 pts.

Muchos recordamos las fiestas de San Isidro por sus cohetes, carrozas, juegos y premios infantiles, y por el vino español con que se regaban las abundantes de raciones. Estos gastos, reflejados por Recaredo como “paganos”, solían ser pagados a medias por la Cooperativa y la Hermandad.

La evolución del negociado de mercaderías es estadística que llevaría largo esfuerzo, pero, por dar una idea a vuela pluma tanto de las cantidades como de los precios de los insumos, podemos decir que de los raquíticos movimientos, durante los dieciséis primeros años, de Nitrato de Chile, Superfosfato de cal y un compuesto fosfo-potaneo de los que el que más llevaba era 100 kgs, se pasó a distribuir 170 toneladas en 1962,  440 tms en 1974 ó 563 tms en 1978. Lo mismo sucedió con los piensos: desde los 5.000 kg comprados en 1949, constituidos por yeros y salvado, se fue incrementando fuertemente el consumo a partir de 1960, fecha en que la ganadería de leche comenzó a ser tan importante en nuestras explotaciones como la agricultura. En 1974 se expendieron 112 tms de piensos y en 1978 ya eran 185, sin contar las partidas continuas de cebada que se compraba directamente en el Páramo bajo o fuera de la provincia. La escalada del pan de linaza, junto con la aparición de piensos especializados para los diferentes animales o la aparición de la harina de soja en las ventas de 1974 o de el Lechavit para terneros en 1976, nos dan idea de cómo fue el crescendo ganadero de nuestra localidad. Iguales evoluciones sufrieron las semillas. Tomando el ejemplo de las patatas de siembra observamos que de los 3.120 kgs a 1,23 pts/k que se compraron en 1946, se pasaron a las más de 32 toneladas en la década de los setenta.

Los movimientos de mercancías en la Cooperativa detectan sismográficamente tres de los acontecimientos estructurales más importantes del siglo: la llegada  en consecutivas décadas de los regadíos de Villameca (1947) los de Luna (su primer desembalse es en 1956, pero las aguas no llegan a Santibáñez hasta primeros de los sesenta) y la concentración parcelaria (1966-68). Sin estas tres apuestas modernizadoras, no es difícil deducir que ni la Cooperativa hubiera sido sombra de lo que fue, ni el pueblo ni sus gentes hubieran tenido la historia que conocemos, sino otra con muchas menos posibilidades.

La faceta comercializadora fue desde los comienzos parte consustancial a la Cooperativa. Al comienzo aún se nota la economía de guerra, y así vemos cómo hay facturas, sobre todo de legumbres, que pagan los gobernadores civiles de León, Oviedo, Madrid… Las patatas se comercializaron intermitentemente: con gran dedicación los primeros años hasta mediados de los cincuenta, retomando su exportación en la mitad de los setenta, cuando las fuertes crisis de precios. Su mercado natural, ya lo sabéis, Cataluña. Entre 1965 y 66 la Cooperativa participa en varias reuniones regionales (es decir, de la provincia) con otras afines para intentar una comercialización conjunta de la leche. Parece que no fructificaron. También, en 1969, constan intentos de contratos colectivos de remolacha. En 1971 participa en el proyecto de crear una supercooperativa provincial para comercializar tubérculos. Nuevo intento fallido.

A pesar de la inserción de nuestra entidad, a lo largo del tiempo, en instituciones de mayor rango como la Liga Nacional Campesina, La Obra Sindical Cooperativa, La Uteco, Mercorsa y otras Cooperativas de segundo grado, la parte comercial de las producciones agroganaderas nunca se consolidó. Las razones, múltiples; entre otras, la ausencia de planificación y la escasez de recursos puestos por la administración, entonces central,  para este fin. El dato que define esta tendencia es el paulatino declive de las relaciones comerciales con la Unión Territorial de Cooperativas a lo largo de la década de los setenta en favor de una presencia cada vez mayor (tanto para comprar como para vender) de los agentes económicos privados.

Dos de las decisiones más importantes que se han tomado en esta entidad se dieron también a inicios de la expansiva década de los 70: la construcción del actual almacén y la creación de una Sección de Maquinaria. Esta sección se creó a principios de 1969 y no es ajena a la influencia de otros intentos societarios que visitaron en el Páramo (Villarrín, en concreto) ni a los primeros años de siembra en las fincas concentradas. No conocemos el número exacto de quienes se asociaron, pero fueron suficientes para adquirir en los tres años de existencia dos tractores, una cosechadora de remolacha que separaba los cortes, otros aperos y erigir la nave sita en la carretera de la Isla. El art. 2 que regía esta sección, creemos que nunca ha perdido su vigencia: “El objeto de su constitución no es otro que facilitar una mayor rentabilidad en las explotaciones agrícolas, efectuando el trabajo de las mismas, en cuanto sea posible, por una adecuada maquinaria, habida cuenta de que en la mayoría, por la reducida extensión de su superficie, no es aconsejable su adquisición individual, en razón de su elevado coste”. Como diría Aurelio Martínez, uno de sus tractoristas, “Ahí queda eso”.

El sueño de tener un almacén propio venía de lejos. La primera deliberación formal se documenta en diciembre del 69. Para que fuera posible, los afiliados “existentes” del Sindicato Agrario local cedieron una finca de su propiedad en la plaza del Caño (además del desterradador y la bandera). Esta finca se conmutó con la Junta Vecinal, propietaria del solar de las Antiguas Escuelas, y ambas organizaciones acometieron a la vez la edificación de la Casa del Concejo y del almacén cooperativo. Las obras  del almacén se llevaron a cabo en la primavera de 1973. El contratista fue Miguel García de San Román el Antiguo, que cobró 80.000 pts. La cubierta metálica la realizó Isaac Morán de Veguellina de Órbigo por 176.000 pts. Y la totalidad líquida invertida fue de 273.112 pts.

Para finalizar este apretado recorrido por los primeros años de nuestra Cooperativa, recordar que ninguna gran obra crece sobre lechos de rosas. En la historia de esta institución no han faltado ni contratiempos ni sinsabores. Las discusiones, los diálogos en la Asamblea, a veces bravos, a veces estériles, a veces racionales, han sido una constante en su devenir. Encontrar soluciones es tarea más fatigosa que engendrar problemas, pero obligado es añadir que aquí casi siempre imperó el temple de las personas que rigieron la Cooperativa (cuyo listado prácticamente alcanza a la totalidad de las familias) y el gran sentido común de la mayoría. Como en toda organización hay quien tira para adelante, hay quien no se quiere mover, y también hay quien se opone al bien común. Podríamos documentar algunos casos, pero no vienen a cuento en un día tan espléndido. Mas hay que entender que son las dificultades propias de quien camina, de quien avanza.

Tal vez, el momento más tenso de la Cooperativa, o uno de ellos, ocurrió en septiembre de 1979 cuando se planteó la posibilidad de liquidarla. La crisis de precios, la nueva legislación, la competencia (que nunca debió ser) del sindicalismo democrático, la enfermedad de quien la había gestionado, la escasa renovación de socios por envejecimiento de la población... En fin, ¡tantos motivos para recapacitar! Afortunadamente los socios de entonces supieron ver el grave perjuicio que se harían deshaciéndola.

Los tiempos en que ha estado gerenciada por Gabino Pan y por Anabel Pan, al igual que en los que hemos comentado, ha habido progresos y estancamientos. Las circunstancias histórico/económicas han sido de otras índoles y las respuestas, en su conjunto, han resultado muy positivas, pues hoy disfrutamos de este momento. Quede para otro momento óptimo, quizás, realizar un repaso a esta época cercana. Hoy sólo podemos agradecerles la mucha dedicación que  nos han prestado.

Para concluir, es necesario dejar claro que esta Cooperativa no le debe nada a nadie que no sean o hayan sido sus socios. De las administraciones públicas ha recibido menos ayudas que lo que ha pagado en tasas municipales. Insistir que, al igual que ha sucedido en la mayor parte de las acciones colectivas que se han realizado en el pueblo, una de las virtudes que han presidido la Cooperativa  ha sido el aparcamiento por parte de la mayoría de los socios de las diferencias personales y de las tendencias políticas particulares en pro del beneficio concreto de la comunidad.

La Cooperativa ha sido y es un claro ejemplo del carácter colectivo de este pueblo, al que ha contribuido, en buena medida, a imprimirle carácter. Y no tengan duda que es un carácter que nos distingue positivamente y que hay que llevar con sereno orgullo. No es casual que entre cuatro, tres, poco más de dos centenares de habitantes contemos con otras obras colectivas en pleno vigor como la Comunidad de la Manga, la Asociación Deportivo y Cultural “Río Tuerto”, la Asociación de Jubilados o el bar La Gotera. No es ni casual ni nada habitual.

Nos permitimos sugerir que los planes del futuro de la Cooperativa pasen por incidir en la centralidad comarcal de Santibáñez y por indagar en nuevas formas de servicios.

Queridos paisanos, ahora queda el futuro por delante, que esta inauguración sea sólo el comienzo.

Larga vida a la Cooperativa. Larga vida a Santibáñez.

José A. Martínez Reñones
12 de diciembre del 2009