Nosotros también somos personas. Monumento a la incultura urbana

Por José Morán Fernández

Sí, nosotros también somos personas. Somos de pueblo, es verdad, pero también somos personas y no dejamos de serlo por haber nacido en un pueblo. Aunque otros crean lo contrario. Y porque somos personas tenemos nuestros sueños, abrigamos nuestras ilusiones, somos creadores también de nuestras propias utopías. Y tenemos también los mismos derechos e idénticas obligaciones que todas las demás personas de los varios ayuntamientos o de la Diputación Provincial o de la Junta de Castilla y León.

No sé -ni me interesa- quién o quiénes son los responsables. No sé -ni me interesa- quién o quiénes dieron la aprobación final a una obra que hoy todos detestan y que debiera, sí, debiera demolerse para vilipendio de cuantos participaron en la presentación de su proyecto y en su aprobación. A nadie de la Diputación de León o de su Ayuntamiento se le ocurriría colocar el tanque de agua -sobre todo, si es como el de este pueblo con su caseta de motores y pozo además- en la Plaza San Marcelo o delante del Edificio de Botines o ante la Catedral. Nadie tendría la bellísima idea de colocar el tanque de agua en la Plaza Mayor de Astorga delante de los Maragatos o en la Plaza de la Catedral dando frente a su fachada lateral o al frontis del Palacio de Gaudí. Y a nadie le vendría a la imaginación situar el tanque de agua -y ¡este tanque de agua!- en la Plaza de La Bañeza, ante la Iglesia de Santa María y el Ayuntamiento. Supongo que a nadie con dos dedos de frente se le vendría a la mente, a menos que estuviera fuera de sus cabales, hacer semejantes aberraciones urbanísticas y herir de muerte el conjunto y estilo de esas ciudades.

Pues bien, en este pueblo, en Santibáñez de la Isla, con la anuencia de todas las autoridades, ya que se aprobaron los presupuestos y las subvenciones, se ha efectuado este "ambienticidio" -y perdóneseme el neologismo. Se ha colocado un monumento a la incultura urbanística en el lugar más apropiado para desterrar todo destello de urbanismo, de estética ciudadana y de racionalidad esencial. Y son responsables tanto quienes presentaron el proyecto con su ubicación, como quienes dieron la aprobación al mismo, no sé si después de haberlo visitado u ojeado siquiera -y no excluimos a éstos porque ellos no pueden ir en contra de las normas de la más elemental arquitectura urbanística. Si alguien lo ignora, ellos están ahí para recordarles que la población tiene sentido y sensibilidad y que, aunque en ocasiones exista una mal entendida democracia, no se puede jugar con la estética y la belleza del panorama y del ambiente.

Todos somos personas, también nosotros. Y las personas desean y ansían la belleza en todo, también en el ambiente en que moran y desean que no se oculte su belleza y que las obras que se hagan mantengan el más preciado decoro urbano. Que uno puede llorar por la herida, porque su casa perdió vista, es posible; para qué negarlo. Pero no es eso lo principal. Al fin está ya hecho. Es solamente llamar la atención y decirle a las autoridades que no pueden cometerse estos desmanes en virtud de una autoridad malentendida y si además el agua que se sondeó no sirve, por cuanto se dice y por cuanto parece por los pocos que la utilizan -tanto la del nuevo artesiano, como la del pozo sondeado-, el desastre no puede ser mayor. Para ese efecto, ¿no hubiera sido preferible situar ese tanque de agua, con su caseta de motores para mayor inri, en un lugar menos visible y más adecuado a su función? Quizá algún día, no muy lejano, haya quien abogue por los derechos de las personas de los pueblos y sea capaz de decir que así como en otros pueblos, han colocado su tanque de agua y su caseta de motores fuera de la población, lo tenga que hacer con doble o triple gasto aquí de nuevo, porque hubo un momento en que quienes estaban al frente por sacar una obra adelante hirieron no sólo la cultura arquitectónica y urbana de una población, sino los sentimientos y la sensibilidad estética de unas personas que tienen derecho a que se defiendan sus ansias y sus deseos más profundos. Y todos, todos, sin excepción, queremos lo bello, lo hermoso, lo "guapo", como se dice por estas tierras; y la verdad ¡qué bella sería la vista desde el puente de este pueblo con la torre de su iglesia y una fuente de agua y su jardín donde hoy existe un tanque de agua y una caseta de pozo y motores, que para vergüenza de la mayor parte ni siquiera sondearon un agua que mereciera la pena! ¡Ojalá algún día.... algún día... alguien con otra visión distinta logre una nueva ubicación para bien y belleza de un pueblo que no merecía esta obra tan degradante urbanísticamente!