AGUA, VIDA Y CULTURA
Este era el título de un librito que leí en la biblioteca de Vitoria, junto a otros de una colección que hablaban de la incipiente ecología.
El agua, líquido elemento, un mineral, material paradójico que surge de la unión de dos gases, patrón de volumen y de densidad. Se desconocen muchas propiedades y procesos del agua. En todos sus estados es aprovechable, como hielo para bajar la inflamación, como vapor hace mover diversas máquinas y, como líquido, innumerables usos y aplicaciones. Es el disolvente universal, aunque no se lleva bien con las grasas. Es material poderoso, pues comprimido mueve grandes pesos; ahí están las máquinas hidráulicas.
Se podría decir que el agua es vida y que la vida es agua. Es el imán que a casi todo elemento atrae.
Los primeros humanos aprendieron a almacenarla y a distribuirla. Creó grandes sociedades y civilizaciones, y por su control se generaron disputas, que aún hoy persisten. Gracias al control y optimización del agua, varias sociedades, los estados prístinos (Egipto-Valle del Nilo, Mesopotamia-Tigris y Eufrates, Valle del Indo-Mohenjo-Daro, Valle del Amarillo-Dinastía Chang-Chow, Mesoamérica-Olmecas-Mayas, Perú-Chavin-Tiahuanaco-Nazca) dieron opción a que unos funcionarios dispusieran de tiempo para realizar obras de arte y conseguir ingenios y descubrimientos.
En el refranero es muy renombrada: el agua debe ser santa pues la bendicen. El agua no es santa pero hace milagros.
Si atendemos a la tradición, el agua se divide en dulce y salada, dadoras ambas de exuberante vida. Por desgracia hoy tenemos que diferenciar entre agua limpia y agua contaminada. El agua lo limpia todo; mejor hay que decir que lo arrastra todo con ayuda jabones en su mayoría contaminantes, y lo mete debajo de la alfombra, es decir, cambia de sitio los tóxicos, pero no desaparecen.
La limpieza es necesaria; pero mantener el agua limpia lo es más, por lo tanto debemos ser cuidadosos en el empleo de detergentes. No vale decir: las grandes empresas contaminan más. El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho; y muchos granos de arena forman una playa. El agua no es la gallina de los huevos de oro que hay que matar para conseguir un tesoro; éste se consigue con la paciente tarea de usar el agua dándole tiempo a recomponerse, a reutilizarse, a que el ciclo evaporación, nubes, condensación, lluvia, se lleve a cabo sin perturbaciones, y sin añadirle elementos nocivos. Y, como toda energía y materia, el agua ni se crea ni se destruye, solo se transforma y cambia de sitio. Al agua no hay que marearla ni hacer negocio con ella acaparándola, ni trasladarla gastando energía, pues no produce más que aumento de gases de efecto invernadero. Hay que buscar el uso óptimo y la distribución equitativa, y no llegar al egoísmo y la contaminación de la tan nombrada “siembra de nubes”. Hay que dejar a la Naturaleza, a la gravedad manejar el agua y emplear manejos sostenibles siempre que se pueda, y saber que el verdadero milagro está en compartir racionalmente el agua y no en rogativas, que están bien para fomentar la cohesión social; pero que nada más van a conseguir, porque el agua es infinita, pero cercana y accesible es escasa.
Honorino Joaquín Martínez Bernardo