EL SUEÑO DE SAMUEL
Desde siempre me ha fascinado el pasaje bíblico del antiguo testamento, en el que al novel aspirante a rabino, Samuel, le despertaba una voz diciendo su nombre varias veces durante una noche; y creyendo que era su maestro Helí quien lo llamaba, éste, al final le dijo: si te vuelven a llamar di: habla Señor que tu siervo escucha.
Samuel llegó a ser juez y profetizó que los dirigentes de Israel serían desbancados de su posición. También repelió los ataques de los filisteos, enemigos inveterados del pueblo de Israel. Ungió a Saúl como primer rey, iniciando así el apogeo de los israelitas.
Debió ser la almohada con la que consultó Samuel siguiendo el dicho popular y, hablando con propiedad, serían sus inquietudes, su conciencia la que le mostrarían los pasos a seguir. Algo así le sucedería a Martín Luther King cuando tuvo un sueño en el que veía libres a los negros oprimidos por los supremacistas blancos de Estados Unidos.
Hoy en día también hace falta un sueño similar, que permita destronar y desterrar a los que están oprimiendo a las gentes sencillas, a los que están destruyendo nuestro hábitat, nuestro medio ambiente, destrozando el planeta en que vivimos. Los que están masacrando la tierra, el agua y el aire deben ser apartados y expulsados, pues su egoísmo y su avaricia les hace ser ciegos ante la hecatombe que están causando. Y no solo son los poderosos y encumbrados los culpables, también hay súbditos sumisos, enemistados con sus propios y sencillos vecinos quienes, por querer medrar, son compinches de los prepotentes dirigentes; y así se cumple el dicho: los poderosos no lo serían tanto si no contaran con la ayuda de algunos de sus propios oprimidos. Hay que quitar la venda a unos y otros.
Ahora mismo hace falta un rey ungido, un profeta, paradójico y sorprendente, y con aparente fracaso, que nos libre de tal plaga, necesitamos un cambio de vida y de conductas.
Honorino Joaquín Martínez Bernardo