CORTA VIDA UTIL, LARGA CONTAMINACIÓN
Se llama obsolescencia programada a la fabricación de útiles, máquinas o herramientas con calidad deficiente para que se deteriore pronto (se vuelvan rápidamente antiguas), para poder vender más y obtener mayor beneficio. Entra en la estrategia no fabricar piezas de recambio o cobrar por ellas un precio desorbitado. Para lavarse las manos idearon la garantía del producto: si en x años (muy pocos) se deteriora se lo cambiamos por uno nuevo. Conocida es la bombilla (lámpara) de Edison, o al menos coetánea. Lleva funcionando alrededor de un siglo. A mediados del siglo XX todas las multinacionales del ramo se pusieron de acuerdo para fabricarlas y que sólo durasen dos mil horas.
Se disculpan diciendo que produciendo y vendiendo más se crean más puestos de trabajo. Esta es la ética del capitalismo liberal actual, es decir, usar, tirar y contaminar es igual a progreso, bienestar y felicidad.
Proclaman otra falacia diciendo: “productos de segunda mano se venden en países subdesarrollados”. En realidad, practican la táctica de “Alí Babá y los cuarenta ladrones”: las alforjas llenas de monedas de oro se recubren con harina para camuflarlas. Hoy, en grandes buques que van a África, el primer contenedor es material realmente válido de segundo uso y los demás contenedores chatarra o mejor dicho contaminación pura y dura. En definitiva, hipocresía.
No reniego de las nuevas tecnologías, pero sí del tráfico corrupto del coltán, casiterita, litio, etc. De la explotación de gentes pobres y humildes de pobres países con dirigentes corruptos por empresarios sin escrúpulos de países poderosos, que ganan cifras escandalosas para que en los países desarrollados haya juguetitos electrónicos.
Pero también critico a usuarios y compradores compulsivos de esos aparatos digitales, electrodomésticos, coches, etc., que se dejan entontecer por los nuevos modelitos y que los cambian a los dos años porque tienen una nueva aplicación más cómoda, llamativa o más a la moda y que les permite presumir ante amigos y conocidos.
Para terminar, comentaré la etimología, es decir, la procedencia de la palabra SINCERO/A. En la antigua Roma, gran consumidora de vasijas de barro, el auténtico barniz fue sustituido por cera, más barata y de menos consistencia para la vasija. Un buen día un fabricante honrado, harto de competidores sin escrúpulos, colocó en su puesto de venta vasijas auténticas con un letrero: vasijas SIN CERA. Si esto no es cierto, debe serlo y ser imitado por empresarios y fabricantes de hoy en día.
Y como dijo Gandhi: “en la tierra hay suficiente para las necesidades de todos, pero hay poco para la avaricia de algunos”.
Honorino Joaquín