Carta a un cronista maragato

 

Querido Luis:

 

Conocí con cierto retraso, tu tránsito al Paraí­so. Sólo puedes estar allí, donde están los hom­bres buenos y excepcionales. Te conceptuaba uno de los amigos entrañables que he tenido durante muchos años. Estimé mucho tus virtudes excep­cionales y me hubiese gustado disfrutarlas toda­vía más cerca. Tu casa y la mía distan sólo 200 metros; pero mi trabajo fundamentalmente, nos han impuesto unas separaciones, que se compen­saban gratamente cuando nos encontrábamos y nos abrazábamos hasta ayer mismo. Me encanta­ba, esa cualidad que tenías, de rebosar en tanta grandeza del alma como hombre bueno, y hacerlo sobre tus amigos. Admiré, tu selección de las obras positivas que habías de captar en el entorno tuyo. El entorno era Madrid; pero el entorno era fundamentalmente Astorga, León, y todo lo astor­gano y leonés. Pero dentro de ello, seleccionar siempre lo más eficaz de lo que te rodeaba. Ahí están tus artículos; los estudiosos, habrán de te­nerlos muy bien localizados y muy bien cataloga­dos. En todos ellos encontrarán, un canto al alma de Astorga, al alma de León, al alma del Reino Leonés, traspasando con una habilidad intelectual meridiana, aquellos conceptos, hasta nuestro mundo actual. Las Justas de Suero de Quiñones, en los últimos años, han quedado institucionaliza­das en el Hospital de Órbigo, pero con ellas todo lo que fue el espíritu y la obra del gran leonés. Te gustó medirte con los más altos valores de la lite­ratura actual, y lo hiciste de igual a igual. Y lo hi­ciste al mismo tiempo que desarrollabas una fun­ción profesional, de una gran responsabilidad. Gerardo Diego, Ricardo Gullón, Panero, con otro grupo muy importante de intelectuales actuales, formaste un grupo de tal manera que no podrá es­cribirse la historia actual de la literatura sin contar con vosotros. Profundizaste en el espíritu de la Maragatería; casi nadie lo podía hacer como tú, siendo maragato. Los genes dictan casi todo en nuestra vida; tus genes en una gran proporción eran de Maragatería. Por eso, en tu libro hay tan­tas lecciones de antropología del hombre y de la mujer maragata. De sus virtudes, de sus defectos. De sus costumbres, de su folclore, de sus alegrías, de sus tristezas, de sus audacias, de sus testamen­tos, de su amor al dinero, de su generosidad, de su capacidad artística, de su capacidad de relaciones públicas con los otros hombres que caminaban con ellos sus bueyes y sus recuas de mulas por los senderos de España, sembrando siempre honra­dez y amistad. Nadie lo podía hacer como tú, que­rido Luis, maragato. Si no hay inconveniente, pu­blicaré mi discurso - mis cosas siempre son modestas - de presentación en lo que era ya tuyo, el Círculo que hoy se denomina de los Austrias.

 

Esta carta querido Luis sería muy extensa. Y la extensión llega hasta nuestros amigos comunes de ese Paraíso en que ya vivirás siempre porque es donde viven eternamente los hombres buenos. La lista de los amigos es demasiado larga: D. Pauli­no... Revillo, López Sancho, Gullón, Panero, Alonso Garrote..., pero no sigo porque estoy se­guro de que surgirán omisiones y con las mismas, imperdonables agravios comparativos.

 

Desde el Paraíso, pide al Todopoderoso, que nos envíe luz y tiempo para conocer otros muchos mitos de Astorga, de La Bañeza, de tus regiones queridas, de todo el Reino de León. Queremos co­nocer todavía más profundamente esos mitos y esos símbolos que te fueron tan familiares a ti.

 

Abrazos.

DR. BRASA

  (Madrid)

 

 

                   ( Publicado en EL FARO el 1 de julio de 2003 )