Nunca he lanzado una botella con mensaje, sería raro en
alguien de
interior, y
también más
propio de la
infancia o
adolescencia,
edad más
proclive a los
sueños y utopías
siempre con
posibilidad de
tener
contestación.
Hoy en día el medio de transmisión es mucho más grande que el
simple mar.
Aparte del
metafórico mar
de la
telecomunicación
digital, es
decir la red de
redes, está el
proceloso e
inconmensurable
espacio
exterior, el
cosmos.
Un mensaje metafórico serían por ejemplo las duras semillas
de algunas
plantas con
recias cáscaras,
que resisten
jugos gástricos
de animales,
condiciones
medioambientales
adversas, pero
que a la larga
encuentran el
entorno adecuado
y terminan
germinando.
Mensajes metafóricos ha habido varios de personas que no
fueron
entendidas en su
tiempo,
visionarios,
artistas,
soñadores
utópicos, que no
estaban de
acuerdo con la
sociedad, las
normas y
costumbres en
las que les tocó
vivir,
intentaron
cambiar esas
circunstancias y
fueron
incomprendidos,
tratados como
trastornados,
rebeldes y
desestabilizadores.
Nunca llegaron a
ser reconocidas
sus ideas o
propuestas en
vida, pero años
después de su
existencia
fueron modelos
admirados y
referentes de
conducta.
Es de sobra sabido que esforzarse y luchar por conseguir un
refuerzo o
premio a largo
plazo es mucho
más gratificante
y satisfactorio
que tratar de
conseguirlo a
corto plazo.
El verdadero mensaje es la conducta moral intachable, el
mensaje escrito
ayuda a propagar
y a difundir,
pero el
auténtico
testimonio se
transmite
directa y
presencialmente
y de generación
en generación va
propagándose.
Siempre recuerdo
la frase de José
María Gironella
en su libro El
escándalo de
Tierra Santa,
cuando le
cacheaban en un
puesto
fronterizo:
buscan armas
cuando no saben
que el arma más
poderosa está en
la mente humana.
Estoy convencido de que en algunas mentes se aloja ese arma
llena de un
discurso y
comportamiento
solidario,
honrado y
sincero que
conseguirá que
la humanidad
progrese
civilizadamente
dispersándose
por el ancho,
alto y profundo
universo.