C O N C I L I O
 

    Conciliar: Del latín "conciliare" es componer y ajustar los ánimos de los que estaban opuestos entre sí. También conformar dos o más proposiciones o doctrinas al parecer contrarias.

    Concilio: Junta o congreso para tratar alguna cosa, generalmente tratar de deliberar temas y asuntos eclesiásticos (dogma o doctrina y disciplinarios). También ha habido concilios en que, junto a temas religiosos, se dilucidaban temas militares y de gobierno (Concilio visigodo en Toledo, o concilios en el reino de León.

    En los concilios del cristianismo se debatían ritos, costumbres y creencias. Los primeros se celebraron en Oriente, y los temas que generaban más encarnizado debate, eran los derivados de las distintas creencias a cerca de la naturaleza de Jesucristo y de las personas de la Trinidad divina. Los celebrados en Occidente trataban de salvaguardar la unidad y anatemizaban los diferentes cismas.

    Es curioso señalar que el último concilio celebrado por la iglesia católica en 1962-65 ya no hubo resoluciones dogmáticas. Positivas también fueron las decisiones de celebrar el rito de la eucaristía en lenguas vernáculas y oficiar el presbítero de cara a los fieles, eliminando cierto oscurantismo. En la Edad Antigua y en parte de la Edad Media participaban también en los concilios algunos gobernantes y laicos, después se cerró esa posibilidad.

    Si cada concilio fue una adaptación a los cambios existentes, en la actualidad el clero cristiano con su credo, sus dogmas y su poder (poco moral) se aferra a un inmovilismo creyéndose imprescindible e imperdurable. Se blinda con la divinidad que presume representar; pero, en definitiva, lo que a veces consigue es controlar y manipular. Se creen merecedores de su renta pública, porque dicen encaminar a los fieles a la vida eterna. Ellos dan el billete al cielo, y dicen lo que hay que hacer u omitir para evitar el infierno.

    Como sentimientos religiosos, creencias y preocupación por lo que habrá después de la muerte siempre habrá, no será nada raro que surja una revitalización como lo fue el nacimiento del cristianismo a partir del judaísmo. Hace falta un cambio de paradigma, de modelo que dé respuestas a las preguntas de hoy.

    ¿Cómo se puede hoy afrontar las tan repetidas creencias: del final de los tiempos, del apocalipsis y del juicio final? Fueron creencias adaptativas, pero hoy lo son poco o nada. El tiempo, el espacio y la vida (tenga la forma que tenga) son infinitos. ¿No sería más plausible y reconfortante hablar de la humanidad inmortal, de tratar de conseguir el recuerdo futuro desde la generosidad, la justicia y la sinceridad, sin competitividad y con cooperación?

    Nos han mostrado a un Jesucristo extrahumano, endiosado, aislado, y caído del cielo. Él fue una consecuencia de la evolución social, cultural, genética y medioambiental. Tuvo sus maestros, fue muy observador, vivió en un cruce de caminos y de ideas. Fue un punto de inflexión, un punto axial y eje de coordenadas.

    Sin embargo en un universo infinito y de la relatividad hablar de alfa y omega o de un solo punto central e inmóvil no se entiende.

 

Honorino Joaquín Martínez Bernardo