¿Vivimos en el lecho de un gran río?

De vez en cuando nos llega la noticia de que un camping ha sido arrastrado por las aguas por estar instalado en una torrentera o de que todo un pueblo ha sido sepultado por el lodo por estar edificado en las laderas de un volcán que ha despertado de su largo sueño y ha sorprendido dormidos a sus inquilinos.

En la mayoría de los lugares de nuestro planeta, cuando se perfora la tierra, simplemente se encuentra más tierra, en otros se encuentra carbón o hierro, en otros petróleo y en otros agua. Esta es la riqueza del subsuelo de nuestra zona: el agua. Todos tenemos almacenada en el baúl de nuestros recuerdos alguna experiencia que nos lo confirma: las bodegas que se inundan cuando crece el río, los pozos de agua que se enturbian y crecen de nivel con las riadas, la noria que deja fluir espontáneamente un surco de agua fresca y cristalina, etc. Ya sabemos por anticipado que, si perforamos el suelo que pisamos, vamos a encontrar agua.

Mis escasos conocimientos de geología han sido suficientes para que siempre me haya intrigado esa muralla natural de tierra rojiza y piedras que se observa al cruzar el río Órbigo por el puente de Hospital de Órbigo y que te vuelves a encontrar si lo cruzas por el puente Paulón en Requejo de la Vega. La muralla es continua a lo largo de toda la margen izquierda del río. Da la impresión de ser la orilla de un "gran río" y las riadas de cada invierno ponen de manifiesto que los pueblos construidos en "las arribas", es decir, en lo alto de la muralla, están a salvo de las embestidas del río; mientras que los pueblos del otro lado vigilan el nivel de sus aguas amenazadoras. Pero ¿dónde está la otra orilla de ese "gran río"?

Por aquello de que los experimentos peligrosos es mejor hacerlos con gaseosa, si realizáramos una simulación por ordenador, reconstruyendo virtualmente los ríos Órbigo y Tuerto con el relieve respectivo de sus riberas y vegas e hiciéramos fluir por ellos agua en abundancia o construyéramos un embalse en la confluencia de sus cursos una vez sobrepasada La Bañeza, tal vez nos encontráramos con que la orilla derecha del "gran río" tendríamos que situarla en Riego, Toralino, Toral y Palacios. Todo lo situado entre ambas orillas quedaría anegado por las aguas. Dicho de otra forma, nuestro pueblo Santibáñez de la Isla, y los pueblos vecinos: Villagarcía, Villarnera, San Félix, Posadilla, Carral, Villar, La Isla, San Cristóbal, Matilla, Huerga, Santa Colomba y todos los pueblos de la margen derecha del río Órbigo, de ser cierta esta hipótesis, estarían edificados sobre el lecho de un "gran río" que, al bajar el nivel de sus aguas, ha dejado como residuos los actuales ríos Órbigo y Tuerto y sus respectivas y fructíferas vegas.

Si nos remontamos a la época de la glaciaciones (¿ el diluvio universal en versión bíblica ?); es decir, los romanos habrían estado aquí ayer, podríamos suponer que nuestro "peligroso" experimento de simulación ha sido realidad en algún momento y de ello dan fe, entre otras cosas, esas impresionantes y rectilíneas murallas naturales de tierra rojiza.

Como es muy probable que esas circunstancias no se vuelvan a repetir, creo que podemos dormir tranquilos aunque lo hagamos sobre el lecho de un "gran río" y que precisamente por ello nos vamos a librar todavía, al menos por unos cuantos años más, del proceso contrario al descrito anteriomente y que ya está engullendo la mayor parte de la superficie de la Península Ibérica: el proceso de desertización.

Dejamos apuntada la hipótesis para otros más eruditos en la materia y nos quedamos con la realidad, contrastada por la experiencia de cada día, de ver que el agua, la riqueza natural de nuestro subsuelo y nuestros ríos que lo alimentan, es la que hace de nuestra zona una fértil huerta; aunque, de reojo, tengamos que vigilar por si el "gran río", dormido, despierta.

La incierta ubicación del pueblo de Santibáñez en el pasado, posiblemente tenga mucho que ver con la hipótesis que estamos planteando. De lo que se deduciría que el río ha estado en el origen de Santibáñez, pero también en su anterior o anteriores finales. Tal vez ahí encontremos la explicación a la connotación marítima de su denominación "de la Isla". Aunque ¿por qué nuestro río no va a a poder tener también islas?. Las nuevas tecnologías han convertido el mundo en un pañuelo y permiten a sus habitantes hacer grandes cruceros virtuales. Hasta nuestro puerto ha llegado más de uno que nos creía situados en el Caribe. ¿ No sería más apropiado llamar a nuestro pueblo "Santibáñez del Río Tuerto" ?.

Emiliano López Martínez
Diciembre, 2002