E L   A M O R   P O R   A N T O N O M A S I A
 

    Nadie había llegado a tal extremo en la generosidad en ninguna civilización o imperio. En ninguna religión o tradición se mencionaba que la autoridad paterna cediera a la petición filial. Ni por asomo pasaba por la imaginación de un descendiente pedir en vida la heredad. Ni en sueños un patriarca pensó ceder sus bienes a un descendiente, impensable tal atrevimiento y tal atentado a la autoridad paterna.

   Y llega lo sorprendente, lo inimaginable, lo revolucionario, lo nunca visto: la cesión, la aceptación, la extrema generosidad nunca antes vista.

   Hasta ahí lo heroico, el no va más; ¿Cabía una superación? Si, que el hijo malversador volviese y pidiese, rogase, suplicase el perdón ante el flagrante desprecio cometido contra el padre, cosa que nunca pensaba obtener el díscolo. No hubo cara seria ni gestos agrios, si no todo lo contrario, ALEGRIA. Increible, inaudito, fuera de toda lógica, actitud excelsa, encomiable, inefable.

    Jesucristo nos presenta el “sumum” del amor, el espejo en el que nos debemos mirar.

   La palabra pródigo significa derrochador, manirroto, malgastador, pero a partir de esta sin igual parábola, paradójicamente denota también dadivoso, el que es inclinado a dar de lo suyo, incluso la vida. Esta parábola va muy unida al pasaje evangélico en el que un padre le dice a un hijo que vaya a trabajar a la viña, y le responde que no, pero después se arrepiente y va; se lo dice al segundo hijo y hace todo lo contrario que el primero; asimilándose en este caso el hijo pródigo con el mayor de este último pasaje.

   Amor tan grande no podia ser nunca olvidado, silenciado, ocultado; escapa a todo encadenamiento, a todo cerrojo, prisión o mazmorra. Fue un terremoto, un volcán, una explosión que se dispersa por el universo entero.

   Ese AMOR inenarrable que se personificó en la humana figura del hijo del carpintero, se inmoló, se nubló para volver (durante tres días o trescientos años, según se mire) a refulgir cual sol más destellante y luminoso.

   Los hombres más poderosos quedaron en evidencia al igual que su egoismo y soberbia. Pensaron que eliminando al líder que les podía hacer sombra y perder su situacíón de privilegio, todo continuaría igual. ¡Que ingenuos! Ese AMOR, GENEROSIDAD, JUSTICIA, SINCERIDAD, siempre triunfará, porque está escrito a fuego en lo más íntimo del ser humano. Perdurará porque no tiene ni principio ni fin. 

  

Honorino Joaquín Martínez Bernardo