L A S   M U J E R E S
  

    Utilizo el plural contra lo dicho de que el singular femenino es el ideal y el plural el peyorativo. Tonterías. No realizo este artículo por ninguna influencia, filiación o moda. Algo de complejo de Edipo en mi niñez no  descarto haber tenido. Tal vez recibí más influencia de mi madre por su deseo de verme como fraile y sacerdote, pues en su infancia perdió a un hermano fraile de diecinueve años. También mi hermana mayor profesó monja cuando yo tenía cinco años.

   Debí mucho a los cuidados de mi segunda hermana, que incluso, yo en sus brazos, le preguntaron si era mi madre. Otra hermana más, la anterior a mi, estaba también para mi cuidado.

   Mi trato hacia las mujeres siempre ha sido de profundo respeto y de timidez cuando trataba de ligar.

   No pretendo hacer ningún tratado sociológico sobre las mujeres, sólo mostrar lo que siento hacia ellas. Y si, tal vez hago discriminación positiva, es posible que tenga hacia ellas trato de favor, sobre todo por su menor fuerza física, porque en fuerza mental e inteligencia son equiparables a los varones. También porque tienen que generar y cargar con las nuevas vidas; y por el engorro de soportar a veces el dolor y las molestias de la regla.

   Las mujeres siempre tienen, más que temor, pánico a que se violente su más alta intimidad y, después, a tener, varias veces, que demostrar su No consentimiento. Y cuando se produce una separación de pareja, decir que la ley siempre les favorece, no lo tengo claro; pero sí que tendrán terror a la venganza mortal cuando son ellas las que deciden poner fin a la relación.

   Tienen la ventaja de poseer más dotación genética, puede ser por cuestión de la maternidad. Claro que el parto siempre es un riesgo para su salud, pero esa dotación puede influir en su mayor longevidad; o puede ser que sea por realizar tareas domésticas constantes y prolongadas y no tan explosivas como las de algunos varones. No se pueden hacer generalizaciones; sin embargo, el no participar las mujeres en actividades guerreras, expediciones de caza (en las sociedades trashumantes) sea debido al cuidado y lactancia de la descendencia. Cierto que en el reparto del botín (comida, salario o jerarquía) son marginadas.

   Hoy en día, cuando se pregona en las sociedades democráticas la igualdad de género, a las mujeres se les impide acceder al sacerdocio, cuando está demostrado que ellas destacan en tareas en que es necesario el contacto social, como en medicina, enseñanza, psicología, cuidado de mayores, etc. Harían una gran labor como sacerdotisas, claro que esta palabra suena muy pagana; al igual que es incomprensible que un Dios que se hace hombre y nace de una mujer, ésta no puede ser Diosa. Señalarán los muy puritanos que es poco edificante ver a una sacerdotisa embarazada, les diré que en el centro del retablo mayor y detrás del sagrario de la iglesia de Santibáñez de la Isla está la imagen embarazada de Nuestra Señora de la Expectación. El celibato sacerdotal fue adaptativo, pero ya no lo es. Lo que pasa es que un desliz en un sacerdote varón no es percibido, pero en una mujer es evidente. En definitiva, es una marginación.

  Mencionar que las mujeres son menos agresivas, es probable; lo que sí creo es que poseen más ternura y sensibilidad. No son ni mejores ni peores que los varones, lo que siempre debe haber es complementariedad y reciprocidad en la pareja. Si una parte es egoísta habrá ruptura. Lo que sí tengo claro es que la humanidad avanzará armónicamente en la medida en que mujeres y varones dispongan de los mismos derechos.

 

Honorino Joaquín Martínez Bernardo