S A M A R I T A N O
Samaria era un territorio al noroeste de Judea, fue una escisión de Palestina y practicaba una variante de la religión judaica. Estos dos pueblos estuvieron siempre enemistados. Un pasaje evangélico cuenta que en una ocasión no dieron los samaritanos alojamiento a Jesucristo y sus discípulos.
Sin embargo no es raro que fuese un foráneo el protagonista de esta bellísima y ejemplar parábola, no en vano Jesucristo siempre recalcaba que su mensaje no tenía fronteras.
Tampoco debe chocar el que los dos personajes que desasistieron al herido, uno fuese sacerdote y el otro levita (de la tribu de Levi, y que ayudaban en el templo), es decir solían ser soberbios y prepotentes.
Y muchas veces quién menos se espera es el que te sorprende con su encomiable, caritativa y desinteresada conducta, como el Buen Samaritano, palabra que desde entonces ha pasado a ser sustantivo y adjetivo.
Jesucristo con esta parábola no narra un simple cuento, si no un modelo a seguir, pues al final de la misma dice: ve y haz tu lo mismo, o aplica el refrán: haz bien y no mires a quien. El Samaritano no se preocupó si el herido era paisano suyo o rival judío; obró con el corazón, vio que era un ser humano, un “próximo”. Actuó y fue uno de los que Jesucristo alabaría diciendo: venid a mi benditos de mi Padre, estuve necesitado y me socorristeis.
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No quiero dejar de lado el pasaje en que Jesucristo se encuentra con la mujer Samaritana. No es casual, yo diría que es buscado el encuentro, Él sabía en que situación personal estaba ella. Es la mujer con quien más diálogo mantiene, según los textos, y tras el recelo de ella: ¿Cómo tu siendo judío pides de beber a una Samaritana? También le comenta la diferencia de ritos: Vosotros adoráis en Jerusalén y nosotros en el monte; Él le contesta: llegará el día en que ni en un sitio ni en otro se adorará al Padre, pues se hará en Espíritu, es decir en todo lugar y desde dentro. Al final ella se da cuenta de que está hablando con un ser extraordinario, deja incluso el cántaro y se dirige a la aldea a comunicar que ha encontrado al Mesías, y todos los del lugar se convencen de tal hallazgo. Y así se cumple el dicho de que todo profeta lo es fuera de su tierra. Pero en la Aldea Global a la que nos encaminamos ¿Quién es autóctono y quién forastero?
Honorino Joaquín Martínez Bernardo