LA PLAZA MAYOR DE MI PUEBLO

 

Suele decirse que la vestimenta es una segunda piel. La casa sería el castillo protector de una persona o familia y el pueblo sería el recinto amurallado del grupo. También se podría catalogar al pueblo, metafóricamente, como una célula  y la Plaza mayor vendría a ser el núcleo donde se realiza la cohesión social o donde se produce el orden vecinal, el concejo o el consejo.

 

En la antigua Grecia, el lugar de encuentro se llamaba Ágora; en la Roma imperial, Foro; en el medioevo, su cometido se amplió realizándose en la Plaza las ferias, las fiestas, el teatro y hasta los ajusticiamientos.

 

Santibáñez, a vista de pájaro, hoy más bien diríamos desde el satélite espacial, tiene forma, el barrio Palacios (el pequeño), de cruz y el barrio Villazala (el grande), forma de media luna. Sin querer sacar ninguna conclusión  ni significado, el núcleo de Santibáñez estaría en el espacio existente entre los cuernos de esa media luna (del barrio grande) y el río. Serían un continuo de plazas o jardines: plaza de la iglesia, el pilar, que viene de pilastra, de la que todavía quedan restos del puente medieval o romano, además de la cooperativa y el depósito, edificios éstos que, como las viviendas de los antiguos maestros, no existían hace sesenta años. Menciono también el campo de fútbol, antiguas eras y el patio de las escuelas, lugar donde se realizaba el baile de la fiesta de San Blas, siendo el baile de San Juan al lado del antiguo transformador, en las eras.

 

Como dice nuestro vecino José Antonio Falagán: “Santibáñez de la Isla es de los poquísimos pueblos que miran al río”. Yo iría más allá. Diría que la zona ajardinada y la Plaza mayor comenzarían en las paleras del Plantel y terminaría en la presa de la Isla o el antiguo Pozo Caceto. Todo ese extenso espacio da cabida a la soledad y a la compañía, a la charla en grupo. Se puede estar al mismo tiempo en privado y a la vista de los demás.

 

Se dice que cada persona somos en parte lo que comemos. Yo diría también que en parte somos lo que nos rodea, el medio ambiente que nos envuelve. Somos lo que percibimos, lo que vemos, lo que oímos, lo que olemos, lo que palpamos, en definitiva la naturaleza que sentimos. En Santibáñez estamos de enhorabuena por lo que tenemos a nuestro alrededor.

 

También hago mención de la pequeña zona ajardinada, no tan estética, del barrio pequeño, entre la chopera de las Llamacinas, el río y el puente. Pero en Santibáñez no solo son amplios los parques, las calles también lo son. Ahí están La Senaria, la calle La Iglesia, El Puente, La Fontana y sobre todo la calle El Recodo, con sus parterres en la parte norte y su jardín en la parte sur flanqueando el reguero de lo que fue La Zague.

 

Termino con la frase que Augusto López Calvo colocó en el parque de S. Juan: “Que nadie te diga que Santibáñez era un lugar bello hasta que tú llegaste”.

 

                                                           Honorino Joaquín Martínez Bernardo