Paseo-tertulia bajo las estrellas



      No sabría con certeza cuándo comenzó nuestra estupenda costumbre de pasear, durante las noches de verano, el grupo de amigos y vecinos, después de un rato de alterne en nuestro querido bar La Gotera. Bien seguro que sería después de inaugurada nuestra asociación deportivo-cultural "Río Tuerto" y nuestro colectivo y autogestionado bar, allá por el año ochenta de la pasada centuria.

   Del valor saludable del paseo bien sabido está, así como del anímico de la relación social.

   El itinerario casi siempre es por la carretera hacia Matilla de la Vega (camino Matilla), ida y vuelta. La longitud es variable, y dependiendo de la hora de inicio, de la climatología, del cansancio o circunstancias de alguno de los paseantes.

   Diferentes son los hitos donde se da media vuelta, como el desagüe de Entreloscaminos, la nogal, el canal de la Matilla, etc.

   Cambia también el número de participantes, lo más habitual cinco o seis, aunque se ha llegado a la docena, formándose a ratos subgrupos de charla.

   Variable es la bóveda de la noche. Con luna llena avanzada en el firmamento, es luminosa y se diría deslumbrante; pero verla emerger por oriente es nostálgica, maravillosa, inmensa y fascinante; si cruza una nube diría surrealista. Brillantes son las constelaciones en noche oscura, como las osas, Casiopea, Lira, etc.; fastuosa la Vía Láctea, en perpendicular línea con nuestro camino. Y qué decir, a mediados de agosto, de las estrellas fugaces, perseidas o lágrimas de S. Lorenzo, cuando celebramos su aparición con un prolongado ¡oooh¡ estirando brazo y dedo para señalarlas. Raras veces, las nubes son un luminoso tapiz alumbradas por las luces artificiales de las poblaciones de la Vega, dándole a la noche un brillo peculiar. Llamativas son las lejanas luces rojas de los molinos eólicos en la sierra del Teleno mirando a poniente.

   Cambiantes son los olores que se perciben, por ejemplo, el de la tierra seca, cuando aún están por regar los cultivos “seruendos”, el de la humedad de las plantas  tras la lluvia o después de regadas las fincas, el agradable olor de la alfalfa segada o el de la mies recién cosechada.

   Mención tienen también los sonidos, amplificados por la quietud de la noche, como la sinfonía del canto de los grillos, el ruido del roce las hojas de maíz movidas por el viento, la música de fondo de la fiesta de algún pueblo colindante, o la conversación de algunos agricultores.

   De los temas de conversación, mencionaría, y en los primeros pasos, los lances habidos en la partida de cartas (subasta) entre los asiduos a ese juego realizado previo al paseo. Recurrente es hablar de viajes y vacaciones, pues la mayoría de contertulios somos o hemos sido emigrantes y muy cosmopolitas. También comentamos de estudios, asignaturas y formación; de los ecos de sociedad siempre tratados con respeto. Con añoranza se tratan los tiempos de infancia y juventud, así como de las antiguas faenas agrícolas, de las costumbres y tradiciones de nuestra tierra, y de los parientes y vecinos que nos precedieron.

   Alguna vez se cuela la discrepancia, contenida eso sí, política e ideológica. Pero diría que lo más importante es comentar, comunicar, compartir nuestros problemas, proyectos, afanes, aspiraciones, inquietudes y alegrías.

    Siempre hemos animado e invitado a participar en nuestra costumbre a nuestros vecinos, amigos, familiares, veraneantes, a nadie se le excluye venga de donde venga, y con ánimo de pasar un rato agradable, de disfrutar, y sobre todo de vivir y de aprender.

 


Honorino Joaquín Martínez Bernardo