EL PROCESO -cultivo y venta- DE LA REMOLACHA


    A partir de los años 50 empecé a darme cuenta y recuerdo que la remolacha se sembraba con máquinas que prestaba la Azucarera de Veguellina. Con dichas máquinas, tiradas por una caballería y dos o tres personas, se sembraban tres surcos cada vez. Esto era después de preparar bien la tierra. Se hacía entre el 20 de abril y 15 de mayo. Si las condiciones meteorológicas eran favorables, en ocho días ya nacía la remolacha. Pero si llovía, se hacía corteza y había que quitársela con varios artilugios como la rastrilla, un rodillo con púas metálicas e incluso con la misma máquina pasando por el mismo sitio por donde se había sembrado. La semilla era multigermen. Entonces si se echaba mucha y nacía toda, se hacía eterno el entresacarla, labor muy pesada, por cierto. Por otra parte, si echabas poca semilla y quedaban raladas, se hacía más pesado, porque había que  transplantar las raladas, que consistía en hacer un hoyo en las mismas, echarle agua y poner planta de la remolacha sobrante. He de decir que en tiempo de entresaque, consistente en dejar la planta nacida de la remolacha a una distancia entre 20 y 30 centímetros más o menos, igual se hacían trece horas o más al día y que las mujeres, en general, eran más hábiles en este trabajo que los hombres.

          Una vez nacida la remolacha y antes de entresacarla había que hacer el canterín, como llamábamos nosotros. Consistía en que con la mullidora, tirada por una caballería, se arrimaba la tierra lo máximo posible al fruto para quitar la mayoría de la hierba y así facilitar el entresaque. Una vez realizada la labor del  pesado entresaque, quedaba la finca llena de canterines, que podemos definir como pequeños cerros. Esos canterines se atablaban con una tabla, que podía ser lisa o con palos, tirada por la caballería. Después se usaba otra vez la mullidora para mullir y quitar hierbas, bien con la avinadora y palones o con el cuadro. A continuación, el trabajo manual de nuevo con la azada para quitar las hierbas y cavar entre la remolacha. Después de esta labor, ya menos costosa, se hacían los canteros para hacer las embelgas, que según cada cual, dichas embelgas podían tener 8, 9 ó 10 surcos. En la parte de “El Campo” estas embelgas podían ser solamente de 6 surcos para que cogieran menos agua. Los mencionados canteros se hacían con la pala de mano. Si eran dos operarios, se hacían de una vez, pero si era uno, tenía que ir y volver para completar cada cantero.

          Tras este último trabajo que acabamos de mencionar se le pasaba otra vez la mullidora con el aporcador para hacer surco y hondón para que al regar corriera mejor el agua y no llevara tanta cantidad de la misma. Pasados unos 5 ó 6 días, se pasaba otra vez la mullidora para picar, mullir, como se decía en alguna ocasión. Después se atablaba con una tablina tirada por una caballería para deshacer los tarrones/terrones. Más tarde con la caballería y la mullidora con el aporcador, otra vez se hacía el surco. Salvo quitar alguna hierba ya sólo había que regar por segunda, tercera, cuarta vez o las que hiciera falta.

          A finales de octubre comenzaba la campaña de la recolección de la remolacha para lo que daban una papeleta para llevar un viaje de 1.500 a 2.000 kilos cada quince días más o menos y así hasta marzo para meter 30 ó 40 toneladas más o menos. Se arrancaba con la pareja de bueyes y la ativa, la cual se embozaba o cargaba con tierra y demás broza con facilidad y había que parar y desembozarla. Y quedaban muchas remolachas sin arrancar, por lo que había que sacarlas a mano o con la azada. Y a la vez que se apañaba, se sacudía y se hacían montones separados a una distancia de 4 ó 5 metros. Luego se rabizaba para quitarle la hoja y si quedaba alguna con tierra o barro había que rallarla con la hoz y al mismo tiempo se echaba para el carro.

           Se solían juntar familias para la faena que acabamos de mencionar, bien para sacarla con dos carros y rellenar uno de ellos después o si el terreno estaba seco, llenar el carro en la finca y con las dos parejas de bueyes sacarlo lleno. A veces estando el terreno húmedo se trancaban/atollaban muchos carros de tal manera que ni con tres parejas de bueyes salían. Y se solía decir que se atollaban las ruedas hasta la calabaza (del carro).

          En otro orden de cosas, recuerdo que un año, a finales de campaña, la Azucarera de Veguellina puso fecha de cierre y el terreno estaba anegado de agua. En la zona de “La Matilla" vi a unos señores de Santibáñez de la Isla sacar la remolacha a gancho y después de rabizada, con un trillo y unas tablas se las ingeniaron para, con los caballos tirando del trillo, poder sacar la remolacha, pues el trillo, lógicamente, no se hundía. En contraste con lo dicho, también alguna vez hubo que regar las fincas en invierno por lo seco y duro que estaba el terreno para poder arrancar la remolacha.

          La siguiente tarea, una vez el carro lleno, consistía en llevarla a su sitio que no era otro que  San Román el Antiguo. Esto duró poco tiempo, ya que después se entregaba la remolacha en Matilla. La manera de descargar no era otra que a mano. Se podía utilizar la marrilla, pero con esta herramienta quedaba más tierra en el carro y por ello, creo que se hacía a mano. En el momento de descargar pasaba el mostrero para calcular el porcentaje de descuento. Con este sistema todo eran disputas y al final ponía lo que quería.

          De vuelta a casa, una vez descargada la remolacha del carro, casi siempre se aprovechaba para cargar el carro de cortes. Estos, por cierto, eran las hojas y algo de remolacha que habíamos rabizado con anterioridad. Y al ganado le sabía a gloria.

          Como los tiempos cambiaron, las máquinas que prestaba la Azucarera de Veguellina las vendió  y la gente las empezó a comprar en grupo. Algunos las compraron para 2 ó 3 vecinos. Dichas máquinas, como dije antes, llevaban tres surcos a la vez separados por 50 centímetros. Con la llegada de los tractores, cambiaron las máquinas y éstas ya llevaban cinco surcos a cerro o cantero y la distancia entre surcos era de 55 centímetros. Y como todo, tenía sus pros y sus contras. Había ventaja, si llovía. Poco antes de nacer se le derribaba el cantero y ya salía la remolacha y si no llovía también se le derribaba.

        Otro cambio que surgió fueron los canteros para hacer las embelgas. Estos se empezaron a hacer con un arado fijo con un palón. Dicho arado servía muy bien también para arrancar la remolacha, pues apenas embozaba, ya que dicho palón se le quitaba.

        Como  la tecnología no para, hubo otra máquina para el tractor para arrancar la remolacha. Se arrancaban tres surcos a la vez y la sacudía/limpiaba. Otro cambio importante fue que en los años cincuenta si metías un viaje el 30 de octubre y no terminabas hasta marzo, no lo cobrabas hasta terminar. También se dejó de llevar la remolacha a Matilla empezando a llevarse a Veguellina, ya en tractores. Así se acabaron las disputas con el mostrero. Analizaban el tanto por ciento y salían descuentos más bajos. Y luego, a los pocos días, ya se podía cobrar el viaje.

        Como la mente humana no para de especular, surgió otro cambio, el de  volver a sembrar en llano, es decir sin cerros. Las máquinas más modernas siembran seis surcos a la vez. Se vuelve a los 50 centímetros de separación de antes. Tampoco hay problema para nacer la semilla, porque si hay sequía, como este año de 2015, la riegan con aspersores. Que llueve y se hace corteza, se ablanda también con los aspersores  para que salga.

        Otro gran invento es que la semilla es monogermen, naciendo una a una y así no hay que entresacar, que era la labor más pesada de antes. Tampoco se quitan hierbas, ya que las sulfatan con herbicidas. Y tampoco se hacen canteros, porque al regar con la lluvia artificial de los aspersores no hacen falta. Ahora también se dejan más unidades, pues al no entresacar, la pueden dejar  a la distancia que programen.

        Otro dato, a favor de hoy en día, es que de las cuatro o cinco veces que se metía la mullidota antes, ahora lo hacen una. Y lo último, aunque no todos las utilizan, son unas cosechadoras que cosechan seis surcos cada pasada y pueden cosechar 500 toneladas o más en un día. Dejan la remolacha muy sucia, pero luego otra máquina la limpia y la carga en los remolques o camiones a la vez. Y como no todo son ventajas, ahora la remolacha tiene menos precio que lo tuvo años atrás. Pero, por lo que sea, da muchos más kilos que antes.

        Otro cambio, no sé desde cuando, pero pudo haber sido hace veinte años o así, fue que la Azucarera de Veguellina cerró y en la actualidad, año 2015, se lleva la remolacha a la Azucarera de La Bañeza.

Isidro Martínez Bernardo