Antonio Pérez Herrerías
farmacéutico, óptico y especialista en nutrición
José
escritor, editor
La comarca de la vega del río Tuerto es una geografía desconocida para muchos leoneses y absolutamente invisible para la mayor parte de los políticos que cortan el bacalao, o sea, de diputados provinciales para arriba. Esta invisibilidad entre responsables políticos queda demostrada en el estado de las carreteras de la comarca, a las que no se les puede llamar tercermundistas, sino directamente subsaharianas.
El caso es que este valle, que se abre en Sopeña de Carneros y se cierra
entre Requejo de la Vega y La Bañeza, se llama Vega
del río Tuerto, y en una estrecha franja de
Pues bien, en una arriba que limita el valle y en el lugar de Castrillo de las Piedras, donde se ubica el llamado polígono de Valderrey, se pretende instalar un descomunal almacén en el que depositar las cenizas volantes provenientes de varias centrales térmicas del noroeste ibérico.
La cuestión, en un principio, podría parecer surrealista y propia de una enajenación mental, pero como en la comarca ya se ha visto que un disparate de parecido calibre (el CTR provincial) acabó imponiéndose a golpe de talonario y antidisturbios en el interfluvio del Órbigo y del Tuerto, la alarma se ha disparado.
Nadie se explica cómo es que ha caído por aquí este regalo del cielo: un hiperalmacén de cenizas volantes cuando la térmica más cercana está a 60 kms. La decisión, por más que sea sorprendente, no carece de contundentes fundamentos.
La mercancía tóxica que en Castrillo de las Piedras quieren almacenar para luego reubicarla allá donde puedan, no está conceptuada en la legislación española como peligrosa, pero, porque no es peligrosa ni tóxica, nadie la quiere cerca y las multinacionales energéticas de los países occidentales, que no saben qué hacer con ella, se la sacuden de encima colocándosela a los países subdesarrollados. Hay que recordar que el tráfico de residuos tóxicos es, junto con el de drogas, armas y la esclavitud sexual, el negocio más redondo de las mafias internacionales. Y la prueba de que las cenizas volantes térmicas españolas participan del tráfico ilegal que surca los mares se puede leer en varios medios, al respecto del naufragio en el 2004, frente a Turquía del barco MV Ulla con 2.200 tm de cenizas volantes con elevada concentración de cancerígeno cromo VI, provenientes de las centrales térmicas de Asturias.
Pero, ¿por qué el valle del Tuerto es un lugar idóneo para la ubicación de esta mercancía venenosa? Las razones son simples y se resumen en varias ventajas comparativas. La zona elegida ha de cumplir los siguientes requisitos:
a) Ha de ser una zona con poco potencial de respuesta social. Lo que llaman un área socialmente dormida o, mejor aún, muerta. Con el padrón municipal en la mano, no andan descaminados.
b) Tiene que tener mediadores políticos con los que «negociar cómodamente,
sensatamente»
c) Estas dos condiciones previas deben de cumplirse dentro de un área geologística, es decir, donde más baratos sean los intercambios del transporte. Nada difícil. Se coge el cartabón y se cruzan los puntos de origen de las centrales térmicas de la comunidad autónoma: Páramo del Sil, Cubillos del Sil, La Robla y Velilla del río Carrión. También si se quiere los de las 5 centrales de Asturias con las 3 de Galicia. ¡Coincidencia, punto idóneo: entre La Bañeza y Astorga!
Igual fue el planteamiento que se realizó con el CTR de San Román de la Vega, esa bomba retardada a la que no le queda mucho para dar un gran titular. Si hubiera habido alguna verdad en el formidable negocio que vendían, lo hubieran instalado en el paseo de Papalaguinda o en la plaza de Lazúrtegui pero se ve que, por solidaridad con el medio rural, no quisieron quedarse con el pastel.
Que esta empresa de basura térmica haya encontrado en este territorio interlocutores políticos (alcalde de Valderrey y equipo), también es cosa para no creer. Pero las concesiones municipales ahí están.
El señor regidor de Valderrey seguro que, una vez oído los argumentos de la basurera, se ha convencido que el favor que va a hacer a su pueblo y a toda la comarca es inmenso y que nunca le quedarán suficientemente agradecidos. A cambio de cuatro puestos de trabajo, no cualificados (el que abre, el que pesa, el que cierra y el que hace el albarán), he aquí los beneficios a obtener:
1.- Cargarse de saque el modelo de industrias agroalimentarias que están instaladas tanto en Riego y en Valderrey como en el cercano Villarejo, y que ya emplean a varios cientos de personas. Sería esperpéntico ver cómo la administración autónoma que se atreviera a legalizar este bodrio, tuviera a renglón seguido que cerrar las industrias vecinas por carencia de seguridad alimentaria. Si no las cierra Sanidad, se las cerrarán los clientes en cuanto detecten al lado de quiénes están ubicados.
2.- Cargarse a continuación la agricultura intensiva de la vega del río Tuerto y parte de la del Órbigo. Este es el modo de vida de centenares de familias. Es decir, un empleo consolidado y arraigado que lo que menos necesita es de paletismos idénticos a aquellos de Bienvenido Mister Marshall. Y lo que necesitaría más sería de responsables políticos con talento para apostar por proyectos agroganaderos de mayores plusvalías y otros vinculados a la sostenibilidad productiva. Proyectos que, prioritariamente, fijasen población joven en los pueblos. El fracaso de la fiebre industrializadora, que le entra a todo alcalde rural de última hornada que se precie, queda patente en el caso del municipio de Valderrey: polígono industrial sí tendrá, pero no hay una sola escuela de primaria abierta.
3.- Cargarse a medio plazo la salud de las gentes que habiten en un radio de 30 kms. Las cenizas térmicas volantes no son precisamente una materia inocua, como tratan de vender los depredadores que están en el negocio. Diferentes informes de especialistas médicos incuestionables relacionan directamente los muchos metales pesados que componen las cenizas térmicas de alta movilidad, tanto por el aire como por las aguas (no hay puertas, paredes ni filtros que protejan de determinadas partículas), con severas enfermedades respiratorias, cardiovasculares y, sobre todo, con una multiplicación pasmosa de los tipos de cánceres. Sería conveniente que quien tenga de dictaminar sobre este asunto lea detenidamente el informe que al respecto ha elaborado la Universidad de León, y que luego piense en su familia.
A estas alturas de revolución tecnológica a nadie en su juicio se le ocurre delirar que por estos pagos se puedan instalar industrias que nos rediman del secular atraso. Es obvio que salvando las industrias endógenas (las que precisan de las materias primas próximas y las que levantan empresarios de la zona ligados a la misma por nacimiento o querencia), todas las demás que nos caen es por una única razón: «porque no las quieren en ninguna parte», tal es el caso que nos ocupa.
Votamos porque las alegaciones de la Asociación de Empresarios Agroalimentarios deshagan este entuerto y porque las aguas (aunque sucias) vuelvan por donde solían, cortándose de cuajo esta decisión absurda y nociva sobre la que ya circulan todo tipo de sospechas.