Siempre
se ha dicho que, en tiempos pasados, la gente, teniendo menos recursos, era más
unida y más participativa en las tareas comunales. Pues bien, esto no es del
todo cierto. De acuerdo que ha tenido que ser una necesidad la falta de agua
para los cultivos la que haya propiciado la cooperación y agudizado el ingenio.
Todo
comenzó cuando a finales de julio, y en la margen derecha del río Tuerto (zona
regable por el embalse de Villameca), a Santibáñez de la Isla se le asignó
desde la superioridad, y para el 2º “ferido” (riego), once insignificantes
horas de agua para la totalidad de la superficie.
Ante
esta situación, la “Junta Local de
Riego” convoca a los regantes a una reunión, y en ella se acuerda una
iniciativa novedosa por la magnitud de la misma: lo que no riegue el agua del
pantano, se realizará mediante bombas en cuatro pozos, haciendo los tractores o
motobombas turnos de 24 horas (12 en ocasiones), pagando el gasoil (más otros
gastos) proporcionalmente entre las fincas regadas, tanto por el pantano, como
por los pozos. La hacendera duró cinco días; y los pozos que se utilizaron
fueron: El del camino pegado a la zague del campo ( en ocasiones precisó de 200
m. de tubería de aluminio hasta llevar el agua hasta el reguero manadero); el
de Elvira, el del Rojo y el de los Quiñones; un par de días se utilizó un pozo
de Villarnera, y también se extrajo de la Manga, hasta que se “debotó” (agotó)
ese cauce del río.
El
reguero manadero, principalmente, era el que recogía todas las aportaciones, y
se regaba “a hecho”, de seguido, comenzando por los regueros de más al oeste, y
en cada reguero de norte a sur. De esta forma se optimizó el agua de una forma
total.
A
mediados de agosto, y durante otros cinco días, se llevó a cabo otra hacendera,
esta vez sin regar las patatas, pero con menor caudal de agua en los pozos, a
causa de la sequía. Alguna finca precisó de otro bombeo de su propio reguero al
cultivo. Es de justicia reseñar, que los agricultores de Sta. Mª de la Isla,
que cultivan fincas en Santibáñez, participaron en las hacenderas.
Sin
embargo es bochornoso, que ahora el precio de la patata para el agricultor, no
le cubra el gasto del riego; claro que este tema, valga en este caso el irónico
dicho, se nos escurre como agua entre los dedos.
Honorino
J. Martínez
Diciembre, 2002