V I D A   E T E R N A


 
    ¿Qué hay después de la muerte? Probablemente lo mismo que había antes de nacer, ausencia total de estímulos.
 
    La creencia en muchas religiones de una vida inmaterial, eterna y paradisíaca, viene a ser una sugestión positiva, o más bien un efecto placebo para sobrellevar el doloroso trance del fallecimiento.
 
    En la vida tratamos de maximizar los estímulos positivos y placenteros, y minimizar los agresivos, claro que la valoración personal de los estímulos es muy variada y compleja. Entra ahí el reparto de estos y la complicada colaboración para conseguirlos, cuando compete a un grupo o a la sociedad humana en general. También ponemos en la balanza el esfuerzo o gasto en conseguir dichas satisfacciones. En el caso de la recompensa en el más allá sería un refuerzo apetitivo con demora o diferido. Entra ahí en escena la fe, pero ésta puede ser muy diversa y bien se puede creer en una sociedad humana eterna.
 
    Decía el fabulista griego Apuleyo: Uno a uno somos mortales, pero juntos somos eternos. La procreación es una regeneración o si se quiere una reencarnación. Ahora bien la práctica del celibato sería una autoeliminación; pero podría entenderse como una solidaridad que proporcionaría cohesión y robustez al colectivo humano.
 
    Esa vida eterna idílica estaría condicionada a la realización de unas conductas dictaminadas y concretadas por líderes religiosos y que incluyen gastos en ofrendas, bulas, misas, regalos a los dioses (en definitiva a sacerdotes y clérigos). No estoy en contra de que se crea en una vida eterna. Desapruebo que el estamento clerical cobre dinero público, que venda el billete, diciendo lo que hay que hacer u omitir, muchas veces para beneficio económico de ese colectivo.
 
    Algunos creyentes en la vida eterna piensan que los no creyentes viven tristes y apesadumbrado, he conocido de todo en los dos bandos.
 
    No sería raro que el universo fuera una serie de organismos vivos concéntricos hacia lo grande y hacia lo pequeño. Con esta creencia no habría miedo a ninguna catástrofe o terrorífico apocalipsis.
 
    Ningún organismo, ningún material puede desaparecer o evaporarse, como dice la primera ley de la termodinámica; entonces, bien podemos decir sin lugar a dudas que SOMOS PARTE DE LA INMENSIDAD Y DE LA ETERNIDAD. Esta idea por si sola debe tranquilizarnos y animarnos en nuestra existencia.

 

Honorino Joaquín Martínez