Por Honorino J. Martínez
Recuerdo los resultados de una encuesta realizada a los jóvenes, en la que se les preguntaba, quién era para ellos su ídolo. Aparecían en los primeros lugares famosos cantantes del momento, actores, deportistas...; les seguía un altruista mundialmente conocido, se encontraba hacia la mitad de la tabla el Papa, y en los últimos lugares Jesucristo.
Extendiendo la pregunta a toda la población y desprendiéndola de todo subjetivismo, quedaría de esta forma: ¿Quién crees tú que es el personaje más conocido mundialmente a lo largo de todos los siglos? Yo creo que podemos ahorrarnos la molestia de averiguar el resultado, porque está en mente de todos.
Será la enorme repercusión de la figura la que me lleva a reflexionar sobre la vida de este singular personaje.
El primer apunte que reseñaría es el de encuadre geográfico de su nacimiento, es decir, Judea, región del Próximo Oriente, punto de bifurcación hacia Persia, Egipto y Grecia; o lo que es lo mismo Asia, África y Europa. Lugar de encuentro de innumerables caravanas comerciales. La coordenada del tiempo no deja de tener suma importancia, es la época en la que se consigue la unidad del "mare nostrum" por parte de Roma, con un prolongado periodo de paz
Pero es en el entorno social y cultural donde se va a fraguar la personalidad de este personaje. El pueblo judío, proveniente de los semitas mesopotámicos, grupo "endogámico" (que se casan sólo entre ellos), con unas rígidas normas de conducta, hacen de la represión sufrida, la supervivencia como arte. Su monoteísmo es una isla de mar de pueblos politeístas. Con estas premisas no es raro que en este grupo surja la "revitalización", es decir la creencia en la llegada de un liberador, con el que se sacudirán la opresión secular sufrida.
Hubiese sido interesante haber dispuesto de más fuentes de información a cerca de su vida, a parte de la proporcionada por sus seguidores. Sin embargo se comenta que el historiador romano Flavio Josefo menciona a un tal "Crestos" que fue crucificado por encabezar una revuelta.
Si tuviera que expresar en una sola palabra la vida y obra de Jesucristo, esta sería: PARADOJA. Si es que en algún instante creyó ser el salvador o progenitor de un gran pueblo, ¿cómo es que decide ser célibe? Si pretende ser guía religioso, por qué no pertenece a la casta de los sacerdotes. 1ncluso la gente piensa en un principio que es iletrado, y así se preguntan: ¿dónde ha aprendido éste estas cosas?, cuando él explica sus enseñanzas. Es de suponer que aprendiese de los esenios o de algún otro grupo de anacoretas, al que pudiera pertenecer Juan el Bautista, pues la relación previa entre ambos es más que evidente. La paradoja se extiende más allá de su muerte; termina fracasado y olvidado, pero cabría preguntarle si sería consciente de que para ser ese líder del altruismo y la solidaridad tenía que pasar por el desprecio y la repulsa casi de todos.
Que huye de todo egocentrismo es algo notorio; así cuando sus discípulos le dicen: hemos visto a un hombre que expulsaba malos espíritus, y se lo hemos impedido; él les respondió que lo dejaran. Se advierte claramente también la ausencia de todo fanatismo y de todo nacionalismo; declara que su mensaje es para todos los pueblos: griegos, fenicios, sirios, etc. Su relación con los conquistadores romanos es pacífica; cura al hijo de un centurión, a Pedro le manda pescar un pez en donde encontrará una moneda con la que pagar tributo; y dice: al César lo que es del César... En su visión de la vida, no es descabellado que defendiese un cierto panteísmo; así comenta: el padre y yo somos una misma cosa, o cuando le responde a Felipe: tanto tiempo juntos y aún me dices que os muestre el padre.
Es probable que entre sus ideas estuviesen las precursoras de Baruch Spinoza, curiosamente judío también, pero repudiado tanto por los suyos, como por los cristianos; este defendía que no existe bien ni mal, que tan culpable es un homicida como una avalancha de agua que se lleva unas vidas; sólo se toman represalias con simple pragmatismo. La constante del perdón en Jesucristo es notoria: vete en paz.... el que esté libre de culpa..., a quienes perdonéis..., las rameras os precederán...
Promete la vida eterna tras la muerte; esto no es nuevo, pero bien podía entenderse como una eternidad para el conjunto de la sociedad. Sería también una autosugestión, una idea adaptativa y evolutiva. Catalogarlo como "visionario" no se le escapa a nadie; jugando siempre con las paradojas supo ver en las fricciones entre los diferentes colectivos las reacciones químicas necesarias para que la humanidad avance; y así nos sorprende diciendo: he venido a traer la guerra, se alzará el pueblo..., he venido al mundo a traer fuego y ojalá esté ardiendo, etc.
No debe sorprendernos que Jesucristo sea considerado un "mito", pues esa misma palabra define el relato que bajo forma alegórica traduce una realidad histórica, socio?cultural, física o filosófica. Vista con objetividad su realidad ha sido magnificada y hasta fantaseada; pero tal vez el hombre y la sociedad necesita creer en algo grandioso y fantástico, antes que en algo cotidiano. Las fantasía, leyendas, cuentos son reales de tanto en cuanto son los deseos del grupo.
Fueron los primeros seguidores en tiempos en que eran ferozmente perseguidos, los que pudieron haber sacado la sempiterna idea de la "revitalización? al anunciar la segunda venida de cristo al final de los tiempos, Estas recurrentes venidas de un mesías se me antojan con la versión de la(s) reencarnación(es) de las religiones orientales, que se suelen representar por la rueda de la vida, o ciclos que se repiten cada cierto tiempo. Pero esos giros no son recientes, no vuelven a pasar por el mismo sitio. Seguirán la trayectoria de un tirabuzón o un muelle. Pero si realmente vuelve, sería interesante saber ante quienes sería magnánimo y ante quienes rechinaría los dientes y restrallaría el látigo.