Por Juan José Alonso Perandones
Alcalde del Ayuntamiento de Astorga
En estos últimos años, la antigua calzada que unía la capital de la Lusitania, Mérida (Emérita), con la del Convento Jurídico Astur, Astorga (Astúrica), preocupa a instituciones y colectivos. Este nuevo interés ha surgido, en gran parte, gracias a la labor desempeñada por la Asociación de Amigos de la Vía de la Plata, que preside el profesor Ramos de Castro; ciudadanos altruistas de Extremadura y de Castilla y de León han celebrado diversos actos reivindicativos y, lo que es también importante, se han preocupado de señalizar este camino histórico.
En la memoria colectiva de nuestra ciudad, tanto el Camino de Santiago (francés) como la Vía de la Plata han estado presentes y han sido dos referentes fundamentales a la hora de reconocer nuestra propia historia. La ruta jacobea desde Puente la Reina ha merecido una atención preferente, de suerte que hoy está reconocida como un "itinerario cultural europeo", es decir, un vestigio fundamental de integración del Viejo Continente. Cada día, en nuestras calles, apreciarnos la pujanza de este camino, hoy ya dotado en todo su recorrido de refugios y de la infraestructura necesaria para el peregrino. No corresponde aquí el analizar qué características predominan en estos peregrinos europeos, pero sí es constatable el hecho de que para muchos de ellos es una suerte de terapia para desentenderse de un trabajo muy mecanizado y para sentir el latido de la naturaleza y una convivencia fundamentada en otros valores, entre ellos, para cuantos son creyentes, el religioso.
El Camino de Santiago (francés) sirve también para la promoción turística de pueblos y ciudades; para su recuperación y potenciación se vienen concediendo ayudas económicas de instituciones públicas y privadas, españolas y europeas. El lado negativo es la falsificación de algunos de sus trazados, cuando no de su invención. Con la Vía de la Plata está ocurriendo precisamente esto: mientras los pequeños pueblos y ciudades de esta calzada laboran con el apoyo de asociaciones y de las universidades, para que se divulgue y se ponga en valor su patrimonio, algunas grandes ciudades, junto a estos nuevos entes que son algunas autonomías y la complejidad del área de turismo del Gobierno, pretenden usurpar su nombre y su historia para la promoción de sus ciudades enclavadas en carreteras.
Concretamente, dos rutas turísticas falsas se están promocionando al amparo de este camino histórico. Por una parte, la autonomía de Galicia (que ha sembrado el territorio de sendas Jacobeas) ha delimitado, aporta ayudas de promoción y difunde una "Vía de la Plata", que desde Santiago, por el Oeste, a través de Orense y Sanabria se une a la carretera nacional 630 en Benavente; en la difusión turística que está realizando sólo se mencionan vaguedades y no se alude a Astorga (no es posible en semejante trazado). Al tiempo, los entes autonómicos de Asturias, Castilla y León, Extremadura y Andalucía, junto a las grandes ciudades de la carretera nacional de Gijón a Sevilla (la 630), con el logotipo, primero "Ruta de la Plata" y ahora "Ruta Vía de la Plata" vienen identificando el camino histórico con esta moderna carretera, que sólo en puntos muy concretos coincide con la verdadera calzada.
Estamos hablando de un camino histórico por el que ha discurrido el acontecer del oeste peninsular, y por ello repleto de testimonios valiosísimos de los que se puede disfrutar y que es preciso conservar y divulgar, o rescatar, pues las actuales prospecciones arqueológicas son totalmente insuficientes para un gigantesco patrimonio que duerme el sueño de los justos. Su relevancia para la implantación de la civilización romana (fundamental en la ambiciosa red viaria de Augusto), para la penetración del Cristianismo, como senda de peregrinación a Santiago, como lugar de encuentro y desencuentro de las tres culturas peninsulares, sin olvidar a los mozárabes ni almohades, debería merecer una atención no menor que la dispensada al Camino Francés.
No se entiende que algunas de estas administraciones involucradas en la falsificación de esta calzada digan que es necesario no adulterar la enseñanza de la historia de España como, efectivamente, están haciendo algunas autonomías, y, sin embargo, sean las primeras en burlar los testimonios fehacientes, la herencia viva de nuestro pasado. La Vía de la Plata es en estos momentos el camino histórico más importante que ahora se puede potenciar: una naturaleza rica y variada, desde las dehesas al minifundio, multitud de pequeños pueblos con una interesante arquitectura popular, una rica gastronomía, ciudades que son Patrimonio de la Humanidad, y la relevancia de Mérida como ciudad que atesora uno de los mejores patrimonios romanos del mundo, y de Astorga, con un legado relevante, desde la época romana hasta Gaudí. La divulgación de falsas rutas que denominan "de la plata" supone hurtar al viajero, al peregrino, un patrimonio inmenso, en beneficio de muy pocas ciudades. No hay que ocultar que en la defensa de la Vía de la Plata los pueblos y pequeñas ciudades de ese camino de civilización, además de un respeto a la historia y al patrimonio, de defender sus señas de identidad, anhelan una promoción turística y las necesarias ayudas de instituciones españolas y europeas con las que mejorar el bienestar de sus habitantes. Las falsas rutas que algunas instituciones están divulgando, con un planteamiento turístico basado en un viaje en coche o autocar y parada en las grandes ciudades, es incompatible con los intereses legítimos de los pueblos de la Vía, cuyo futuro está en un turismo cultural, esto es, en cuantos quieran caminar y conocer la calzada y el inmenso patrimonio que contiene.
Para construir Europa hay que respetar sus señas de identidad. Hoy el ciudadano europeo aprecia cada vez más el legado natural y patrimonial heredado y disfruta con su contemplación. Si miramos hacia atrás nos daremos cuenta en qué medida hemos errado al no conservar y respetar algunos bienes naturales y patrimoniales. En la Vía de la Plata ya han sido abundantes los destrozos ocasionados ya sea por concentraciones parcelarias, por ocupación de su terreno, por los tajos de nuevas carreteras... Aun así, es tan inmenso su patrimonio que hay que preservarlo como un gran tesoro y ponerlo en valor.