Por José Morán Fernández
Homenaje a mi padre, Esteban Morán, y a su inmensa madurez y modernidad
Hace ya más de treinta años. Diciembre de 1966. Cuando en Roma se estaba cerrando un ciclo de su historia, una historia que se escribía a través del Concilio Vaticano II y entre sus muros se albergaban las mejores cabezas pensantes de la Iglesia y del mundo de entonces. Y al alborear una nueva era, se habían oído los destellos de una música nueva y de una nueva libertad, respondiendo a las voces siempre ocurrentes y proferidas de hombres que llevaron a Europa hacia su cumbre. Parecían seres venidos de otro planeta y, sin embargo, estaban ahí, cerca, tangibles, se les podía tocar con la mano. No eran extraterrestres, eran simplemente hombres.
Y entre esos hombres aparecía un hombre, casi sin letras, nacido en nuestra tierra y en nuestro suelo, hombre de calma y de serenidad, hombre de paz y de alegría, hombre de canto y de armonía, para todo aquel que lo quisiera escuchar. Sus dos hijos estaban lejos, en Roma: uno profesor en aquel entonces y el otro, se ordenaba de sacerdote en aquellos días. Había que tomar una decisión. Estaba invitado y no podía faltar a la invitación. Tendría que ir lejos, tomar un avión, no iría en tren, sería muy pesado el viaje y sería más difícil todavía. Lo esperarían en Roma a él y a su esposa, a Quica, a la hacendosa, responsable y siempre consciente, mamá. Esteban tomó la decisión de ir a Roma con su mujer, con Quica, para la ordenación sacerdotal de su hijo, de Carlos.
Lo previó todo y lo apuntaría todo. Esteban Morán era un hombre de otro tiempo, pero podría considerárselo como un hombre de hoy, un hombre de agenda, de diario, del día. Sí, del día de hoy. Entre sus papeles ha aparecido una libreta de 10 por 7cm. Con espiral.
En ella vienen anotadas todas las informaciones necesarias y apuntaría
todo aquello que le recordara en el futuro las huellas de su viaje a Roma. Tal
vez quisiera compartirlo luego con "los de su tamaño", como
él solía decir, pero allí estaba apuntado todo. Hacer más
anotaciones a este Diario de un viaje a Roma sería faltar a su verdad.
Prefiero que sea él quien hable a través de su escrito y luego
que cada cual juzgue.
El diario contenía todo esto:
"Las señas de Alfonso
Pbdo canillas
Torre 7-2 dp
(Madrid(12))
El tren desde El Apeadero a Madrid 366: coche 66. 3 de coche 75 en Barajas 100.
Las señas de Sagrario
Plaza de la Concepción 1
Puente de Toledo
(Madrid)
A las dos de la tarde el abión porcima de Barcelona. Costa de Cerdeña. Altura de diezmil metros a las tres de la tarde.
Las señas de Carlos
Colegio Internacionale Agustiniano
Santa Monica
Via del San Ufficio 25 Tfno. 650824.
(Roma).
El lunes a las nueve y media dice misa Carlos en la capilla de la tumba de San Pedro donde se encontraron los restos de san Pedro.
El sábado dia 17 a las nueve comenzó la ordenacion sacerdotal en la capilla del Colegio de santa Monica. A las once bendición hivesa manos. A la una comida en compañía de todos los ordenados hasta las cuatro de la tarde: y después bisitamos Basílica de sanPedro y las Tumbas de los Papas Pío doce y Juan 23 y salimos, cruzando la plaza de sanPedro, plaza Pío 12, vía conciliación, llegamos al Río Tiber Bimos el Castillo de SantAngelo, el Palacio de la Justicia echo por Munsulini.
dia 18. A las nueve primira misa de Carlos en las Ermanitas de los Ancianos desanparados y nos han dado el desayuno y todos muy contentos. A las doce estubimos alabendición del Papa en la Plaza de SanPedro. A la una la comida en compañía de todos los Españoles.
A las cuatro fuimos al monte Gianicolo donde se bisa toda Roma.
dia 19. Lunes alas nueve imedia misa en la tumba de sanPedro y dimos un paseo.
Ala una tubimos la udiencia conel Papa en la sala del Consistorio donde nombra los cardinales y salimos a comer alas dos de latarde alas 3 ii fuimos aber los palacios del Baticano y bimos la Capilla Paulina, capilla de santa matilde, la sala Reliquias, sala clementina, capilla sistina, el tesoro de los ornamentos de los Papas y de mas joyas de mucho Balor
Dia 20 Martes alas nuebe misa en las catacumbas de san calisto y entramos aber las catacubas donde abia tres pisos debajo de tierra do enterraban alos martires y tanbien algunos Papas.
Por la via Apia llegamos Al Coliseo en Foros Romanos. Esta informacion es de la Roma pagana antigua.
En estos Foros bimos la carcel mamertina donde estubieron encerrados San pedro y San Pablo, y pues bimos el Monumento a Vitor Manuel II.
Por la tarde fuimos a Castel Gandolfo y el palacio donde pasa el berano el Papa y el lago: y luego bamos otra bez para Roma y Bisitamos la Basilica de SanJuan de letran, y la de Santa María la mayor y luego fuimos aber la Estación Termini, la Escala santa..
día 21 delpues de dicir misa los dos juntos y luego subimos ala cupula de Sanpedro donde bimos los Jardines del Baticano por la tarde fuimos ala Basílica de san Pablo fuera de los Muros con el latriointerior Depues Binimos al Fuente de Trevi.
Buon fiorno, Buon. Buona Sera. Ciao ".
Así concluye este breve Diario de un viaje y de una visita que tenía
un objetivo y se convirtió, como puede verse, en turística. Esteban
Morán, un hombre de nuestro pueblo, de nuestra tierra, de este pueblo
que tantas y tantas andanzas en sus hijos puede hoy contar, se paseó
con su señora esposa, Quica, Francisca, hoy también fallecida,
por Roma y sus alrededores, hace ya más de treinta años. Y de
ese viaje dejó constancia en un Diario que es prez de lucidez y de precisión.
¿Cuándo lo realizaba? ¿Cuándo escribía lo
que había visto? ¿Cuándo y dónde se dio tiempo para
esa actividad? Lo ignorarnos, pero es indudable que cuando sus hijos lo dejaban
en la pensión, ya caída la tarde o entrada la noche, se daba un
tiempo para el recuerdo y para saborear las mieles de cuanto había visto
en la Ciudad Eterna en aquel año en que Roma era sede de un Concilio,
del Concilio Vaticano II, que hizo historia en el siglo XX.
Merecía la pena dejar constancia aquí, en nuestra Revista, de un acontecimiento como el presente, que nos sitúa ante la hidalguía, la madurez y la sensatez de nuestro pueblo y ante la profunda sensación de bonhomía y de modernidad que un hombre, sin letras, pero sí con vivencias hondas y sentidas, revela en su escrito. Son sus palabras, es su mundo, es su mirada, es lo que fue siempre: Esteban Morán, nunca bien descubierto en la entraña íntima de su paz exuberante. Es mi padre, sí, con todas sus letras: MI PADRE, de quien me siento orgulloso.