Publicado en 1952, por el Secretario General de la Cámara de Comercio, en el diario "Proa"
Por D. Luis Corral
"No recuerdo exactamente de cuántas veces he hablado o escrito públicamente sobre economía leonesa. Lo que no puedo olvidar es que ya ha hecho veinte años que como director técnico de la Cámara de Comercio de León, vengo colaborando con más pasión que éxito, por la divulgación de nuestras enormes posibilidades y por el crecimiento y desarrollo de un potencial que algún día asombrará a España y que merced a la curiosidad creadora de nuestros compatriotas, más que influjo de los leoneses, empieza ya a conocerse.
Me encanta hablar de León y de su futuro. Aunque tenga repliegues de espíritu plenamente emocionados para el viejo León poético y sereno que logré todavía ver y palpitar en su placidez y en su sosiego. Pero no en balde pertenezco a una generación de León que con recuerdos, que si gustosos y emotivos, no son realmente más que cansadas sensaciones. Y es que prefiero, con generosidad natural y espontánea, vital, la felicidad de nuestros hijos que la avara nostalgia del ayer.
Para esta muchedumbre que ahora cruza nuestras viejas y modernas calles, se comprenden peor los negrillos de Ordoño o los cantos rodados de la calle Ancha, con sus paseatas del añochecer, que los "Buenos fueros" de Alfonso V. Y es que el mundo, y sobre todo esta entrañable vida española, ha discurrido más velozmente en treinta años que en siete siglos. Lo que ahora cuesta diez, en 1922 costaba uno y acaso en pleno siglo XIII, indagando valores monetarios y extrayendo sus paridades y equivalencias, valiera medio o tal vez dos. Pero esto, a pesar de su rigor, parece pura nostalgia. Y no. Frente al poeta, digamos que el futuro es siempre mejor, sobre todo este futuro espléndido que aguarda a León y que se percibe en todas sus vibraciones y sus horizontes.
Tengo la certidumbre, porque aplico con la pasión la lógica en mis meditaciones, que el León del año 2000 podrá tener este esquema: La ciudad llegará a los altos de Oteruelo y de La Virgen. Una serie de puentes unirán las calles de ambas riberas del Bernesga o acaso, el mismo río, con la vieja pesca, discurra sabiamente canalizado, bajo el pavimento. Las casetas de Consumos, si existen -que es posible que existan porque el consumero, en definitiva, es el héroe vejatorio nacional- levantarán sus banderines colorados y abrirán sus taquillas cochambrosas, en el alto del Portillo, en el cruce para Ardoncino y en la revuelta de La Virgen, frente al Aeródromo, y en lo alto de la Copona. El actual edificio del Gobierno Civil será ya un caserón destartalado y mínimo, donde acaso se aloje una estafeta postal o un grupo escolar, y la Plaza de Santo Domingo parecerá una especie de cabecera del rastro donde se inicie la bullanga barriobajera que tendrá como eje principal la vieja calle Ancha. La Estación del Norte estará cerca de Vilecha o acaso próxima al camino de Villabalter, en el cruce de la carretera de Caboalles. Por allí se alzarán fábricas y amplias instalaciones industriales que llegarán hasta Lorenzana y en dirección contraria rebasarán Onzonilla. Acaso donde ahora es Trobajo, existan bancos y los mejores hoteles, y los prados arrabaleros estén plenamente griseados de asfalto y apisonados por altos edificios-colmena. En Astorga habrá grandes factorías metalúrgicas. Acaso el rojizo Rodrigatos tenga dos o tres fábricas de tornillería o de aparatos de precisión, y tal vez en Torre o en Bembibre algunas de las más destacadas fábricas españolas de manufacturas metálicas.
No hay que dudar que en La Bañeza o en Gordoncillo habrá importantes industrias mantequeras y de tejidos de lana o a lo mejor de nylon, perlón o perlofil. Y hasta puede ser que en Palanquinos se construyan camiones o aviones comerciales de superreacción. Todo es posible, y si se nos tacha de hacer disgresiones a lo Wells, es posible que quien pueda leernos en el próximo año 2000, asegure que nos quedamos cortos.
Sin embargo, pese a la fantasía imaginativa y el necesario humor de estos ensayos del futuro, hay una realidad indeclinable: que si León cuadruplicó su población y su casco en 50 años, debe normalmente, atendiendo sus posibilidades, duplicar su progresión en otros 50 sobre su índice actual y en el año 2000, por tanto, deberá tener cerca del medio millón de habitantes. ¿Cómo serán los leoneses entonces? Yo me atrevo a prever que mucho más animosos, audaces y emprendedores, porque se habrán formado en la crepitación y en la velocidad industrial. Hasta ahora, la provincia y también la capital, se caracterizaban por la austera seriedad y apocamiento del campesino. Y creerán plenamente en León y en sus hombres, y mantendrán esa necesaria solidaridad; ese mutuo apoyo tan indispensable para que crezca en todas sus dimensiones una gran ciudad y una gran provincia. Pequemos pues, de optimistas, si cabe, y hasta de desorbitados en nuestras previsiones y en nuestras ilusiones. Pero cuando ese ánimo se haga general y descanse, como ciertamente descansa, en posibilidades ciertísimas, volverá a ser León, como en la vieja historia española, raíz fundamental, pieza trascendente de la Patria"