El desarrollo económico experimentado a nivel general en la segunda mitad del Siglo XX, tiene una profunda repercusión en el desarrollo socioeconómico de Santibáñez.
La mecanización del campo, la concentración parcelaria y las obras hidráulicas provocan el paso de una agricultura primitiva (uso del arado romano, la vertedera que tanto progreso aportó en la Edad Media, el carro, la noria o el trillo de piedra, todos ellos arrastrados por la fuerza animal) a una agricultura moderna caracterizada por el uso del tractor, la cosechadora, los herbicidas e insecticidas y, más recientemente, el riego por aspersión.
La situación de partida de este proceso hay que situarla en una distribución de la propiedad de la tierra próxima al minifundismo que hace inviable la introducción de grandes máquinas (tractores o cosechadoras). La concentración parcelaria, llevada a cabo en la década de los sesenta, pone fin a esta disfunción, a cambio del coste emocional que supone desprenderse de las tierras legadas por los antepasados del tronco familiar.
Paralelamente a la realización de la concentración de las tierras, se construye el Canal de Villares que toma el agua del río Órbigo (alimentado por el embalse de Barrios de Luna) en Santa Marina del Rey y lleva el agua hasta cerca de La Bañeza; transvasándola al río Tuerto para suplir la escasa capacidad del embalse de Villameca que alimenta a este río y llevando las aguas del Órbigo hasta cerca de los dominios del río Duerna en Palacios de la Valduerna.
A lo largo de todo el trazado del canal una compleja red de acequias lleva agua en abundancia a todo el campo, incluso en la intensa época de estío.
Con estos dos procesos, concentración y obras hidráulicas, en funcionamiento, proceso que afecta a toda la zona, la mecanización del campo se convierte en una necesidad, creando una mano de obra excedentaria que encuentra su salida en la emigración, mientras la producción en el campo se ve incrementada de forma considerable.
Sin embargo, este desarrollo tecnológico y económico lejos de llevarse a cabo en armonía con el entorno natural, se realiza a costa de él. El uso de insecticidas y, sobre todo, herbicidas, necesario en una agricultura intensiva de regadío, además de la contaminación de las aguas por usos domésticos e industriales, acaban con los pájaros y los peces. Los hasta entonces pobladores de las aguas del río Tuerto: truchas, barbos, tencas, carpas, bogas, lampreas, ranas, culebras y cangrejos desaparecen de forma fulminante; así como las aves que anidaban en sus riberas: jilguero, ruiseñor, avutarda, abubilla, lechuza, alondra, etc. Un posterior intento de corregir este desastre resulta poco afortunado al introducir el cangrejo rojo de origen americano y, especialmente, el lucio que se convierte en un auténtico depredador del río.
La pesca deportiva y artesanal y sus "artes" pasan al baúl de los recuerdos. Hasta entonces, se podía ver el uso de la "red" para "castigar" las bandadas de barbos, la "manta" (red que faenando en sentido vertical de abajo arriba, sorprendía a los peces bogando en la superficie del agua), la "ñasa" (especie de cubeta de varas de mimbre con un pequeño orificio de entrada que, sujeta a una cuerda, se arrojaba al fondo del río y era usado por los peces como refugio, donde eran sorprendidos por el pescador furtivo), el "guarlito" (especie de saco de malla de red usado para atrapar a los peces en las corrientes del río), la "refolleta" (red sujeta a un palo largo que se utilizaba como arrastre en las aguas rojizas que llegan después de una fuerte tormenta o de las lluvias intensas que arrastran la tierra de las "Torcas de Posadilla").
La conjunción del calor del verano y la abundancia de agua convierten el campo en un auténtico vergel. Aunque el cultivo por excelencia es la remolacha azucarera que es capaz de soportar los rigores del invierno, se lleva a cabo una rotación de cultivos alternando patata, maíz, trigo, cebada, alubias, alfalfa para forraje, e incluso, lúpulo para la obtención de cerveza, tabaco y, en épocas anteriores, lino. La extensión del regadío ha hecho desaparecer los viñedos que antes existían en las zonas más secas y pedregosas. Paralelamente, las orillas del río y zonas menos aptas para el cultivo, se destinan a uso forestal con el cultivo del chopo.
La sustitución de la fuerza de tracción animal por la mecanización han hecho desaparecer casi por completo el buey, la vaca, el caballo, la yegua, la mula y el asno; hasta tal punto, que, la mayoría, se han convertido en animales a exhibir en parques zoológicos. Ello ha hecho perder valor a productos agrícolas como la alfalfa, la hierba o la paja. Ésta última, además de su uso alimenticio, aunque sea escaso, cumplía la función de mullido en las cuadras del ganado suministrando un rico abono natural, el estiércol, que ahora se suple con abonos químicos.
En todo este proceso de cambio que experimenta el pueblo, desde el punto de vista socioeconómico, en la segunda mitad del Siglo XX hay una institución que adquiere una especial importancia. Es la Cooperativa del Campo "San Blas". Pionera entre las cooperativas del campo, su andadura se inicia en los años cuarenta y su función ha consistido en suministrar al agricultor abonos químicos, sulfatos, simientes y, en la actualidad, gasóleo para uso agrícola. En la época del inicio de la mecanización del campo, llevó a cabo, transitoriamente, un proceso de cooperativización de la maquinaria agrícola para racionalizar los gastos de adquisición de máquinas de uso temporal (cosechadoras, por ejemplo) cuyo propiedad individual no era rentable.
La profunda transformación de nuestra sociedad en los últimos años tiene en cada época y lugar sus características peculiares. Muchas de las aquí descritas son extrapolables a otros sitios; pero cada pueblo vive su propia historia.