Texto: Honorino Joaquín Martínez Bernardo

 

Son ya treinta y siete años de la Fiesta, y no es solo un recordatorio de nostalgia, sino de optimismo; sobre todo por la cantidad de niños que acuden al evento y durante el verano.

El viernes cinco de agosto se iniciaba el programa a las 23'30 horas con el Tuerto Fest de la discoteca móvil. Hay que agradecer, y que siga, que en esta edición el volumen fue más reducido.

El sábado seis, con el equívoco de la hora de la misa, según el programa a las 13; pero el celebrante no había recibido confirmación y optó por las 12. Faltó comunicación.

En el vermut de La Gotera varios forasteros se admiraban de la renovada terraza.

A las 6 de la tarde y media hora abundante de retraso, el tradicional desfila de carrozas. Todas, cuatro, bien decoradas y repletas de niños encantados de sentirse protagonistas; precedidos por la tamborilera local Lorena y varias y animosas mujeres ataviadas con el traje regional. El excesivo calor hizo mella en algunos niños que decidieron bajarse buscando la sombra de árboles y casas. Habría que sopesar el cambio de hora.

A las 7'30 de la tarde, exhibición del grupo de danza Zumba capitaneado por Jessi Martínez, con un derroche de fuerza, elasticidad y elegancia. Tengo que reconocer que las mujeres tienen una predilección y predisposición especial para la danza; pues, además de las participantes, al finalizar el número, muchas niñas y mayores siguieron bailando en la clase que Jessi magistralmente impartió.

El reparto de chorizos y el sorteo de regalos pusieron el punto y aparte de la tarde.

Después de la cena, la disco móvil comenzó con música pop, agradable, pero sin música bailable. Los de Santibáñez no somos muy "bailongos"; pero siempre aparece alguno, y este tipo de música nos desmerece de cualquier otra.

El domingo siete, a las 6 de la tarde, los imprescindibles juegos infantiles en el inmejorable lugar, el sombreado y blando campo de fútbol. Primero, corro pasando de un niño a otro globos de agua, llenado de vasos de agua con la boca cargando de un balde, carrera con cuchara cargada con ciruela portada con la boca, más carrera con vaso de plástico lleno de agua y con cambio de pareja, carrera de sacos, carretillo humano, para terminar con el pintado de caras.

A las 8'30 de la tarde, el grupo de música tradicional Sones del Órbigo, en la plaza, nos dio un recital de canciones (jotas, romances, rondas, etc.) con distintos instrumentos (dulzaina, gaita, rabel y percusiones domésticas), y diversos bailes; a parte de demostraciones de labores domésticas (hilado, cardado, bordado, etc.).

El concurso de tortillas, en la funcional carpa-barra de la plaza, hizo que la tertulia se prolongase buen rato.

La traca después de la cena puso fin a unas fiestas disfrutadas, compartidas y entrañables.

En el saludo del programa-revista publicitaria se insertaba el cuento del burro, cuya moraleja es no fiarse de las críticas. Yo pondría el cuento de la higuera, cuyo propietario tenía dos vecinos, uno ciego y otro cojo. Desaparecían los higos. El ingenio consistía en que el ciego subía a hombros al cojo. El afán de superación lo puede todo. Y esto lo menciono porque me cansa oír: no tenemos relevo generacional, no sabemos si seguirá la fiesta, esto huele a "después de nosotros nada". Imprescindible no hay nadie. La Fiesta continuará.

 

Honorino Joaquín Martínez Bernardo

 

 

 

Álbum de fotos

 


 

Nota: Debido a que los "reporteros gráficos habituales" se encontraban de vacaciones, no hemos podido recopilar fotos de la Fiesta. Las incluiremos tan pronto como nos hagamos con ellas.

 

 


 

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